Hungría, una reforma sin fuelle
Gyula Horn, el ex apparatchik. comunista y jefe de Gobierno húngaro, no comparte poder con nadie, aunque sugiriese hace meses lo contrario. La dimisión del ministro de Finanzas, Laszlo Bekesi, un moderado de su mismo partido, el Socialista, y hombre clave del Gabinete, es a la vez el final de una confrontación política inevitable y el de la forzada luna de miel entre los comunistas reformados de Horn y sus socios liberales de la coalición gobernante. Un matrimonio que despertó grandes expectativas entre los húngaros en julio pasado.La derrota de Bekesi no sólo pone en entredicho el rumbo económico-político del país pionero. en las reformas de Europa del Este, sino que tiene valor de síntoma. Hungría no es el único país de la región en el qué el tránsito hacia el capitalismo de manual está perdiendo fuelle. Véanse Eslovaquia, Bulgaria, Rumania, Serbia, incluso Polonia, con poderosas nomenklaturas. La privatización en Europa oriental va para largo.
Bekesi, profesor respetado e impulsor de un duro programa de ajuste para salir de la zona roja, es la última víctima del primer ministro. Horn, que barrió en las urnas en mayo con el lema deja gobernar a los expertos, ha tardado poco en mostrar que es mucho menos tecnócrata de lo que hizo creer a algunos votantes. Antes que Bekesi han caído el responsable de la privatización, Ferenc Bartha, que había negociado escrupulosamente la venta a inversores estadounidenses de una cadena hotelera estatal, -operación anulada por el primer ministro- y el gobernador del Banco de Hungría, Peter Akos, nombrado por el Gabinete anterior y para el que Horn no ha encontrado sustituto más de dos meses después de forzar su salida. Los candidatos al puesto más solventes quieren voz y voto en la política económica.
El primer ministro ha declarado que la marcha del socialdemócrata Bekesi, que sigue nominalmente hasta finales de febrero, no amenaza la coalición que controla los dos tercios del Parlamento húngaro. No es así. El titular de, Finanzas saliente constituía para los liberales una garantía de que elnúcleo duro de los socialistas, bajo a directa. influencia sindical, no loquearía la necesaria cirugía económica. El Partido Socialista y Alianza de Demócratas Libres dieron en 1994 a un impopular Gobierno de derechas con un ambicioso programa que incluía, entre otras cosas, privatizar a toda máquina y liberalizar el control de los medios informativos. Seis meses después, la privatización está parada y sigue sin haber radio o televisión independientes.
Hungría es una referencia paneuropea, un espejo para Europa del este, a pesar de que su deuda externa alcance la astronómica cifra de 28.000 millones, de dólares. Es un régimen parlamentario estable que ha atraído un billón de pesetas de inversión extranjera en seis años, más que cualquier otro país de la zona. Quizá por eso, la irritación del capital foráneo con las veleidades de Gyula Horn es ahora mayor. Si no se privatiza una cadena hotelera, ¿qué Pasara cuando le llegue el turno al gas o la electricidad? En octubre, el primer ministro húngaro, un hombre conceptualmente rígido, que ha cambiado más despacio que muchos de sus conciudadanos, decía a este periódico en Budapest que una élite capitalista poderosa era la mejor garantía hacia una plena economía de mercado. Cuatro meses, después, y a la vista de los hechos, sus palabras comienzan a parecer un brindis al sol.
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