Madrid no ama a los animales
Un perro asustado, uno de tantos que a diario se pierden por las calles de Madrid, intentó cruzar la avenida de América cuando, irremediablemente, fue atropellado. Empezaba a caer la noche el pasado día de Reyes y el animal quedó postrado en el suelo mientras el vehículo que lo derribó seguía su camino.Entonces, aprovechando unos escasos momentos en los que la circulación se paralizó, nos lanzamos a su rescate y, envuelto en una chaqueta, lo acercamos, a un lado de la calle. Convulso, mordiéndose la lengua, el animal había sufrido un fuerte golpe en la cadera, y, mientras nosotros acudimos a una cabina telefónica, dos jóvenes se prestaron a retener al animal en un banco de la avenida.
La primera llamada fue a la Policía Nacional, que nos envió a la Municipal, donde se desentendieron del problema remitiéndonos a la Sociedad Protectora de Animales, advirtiéndonos que a esas horas no prestaban servicio.
Efectivamente, un contestador automático fue la respuesta de dicha asociación. Ante un panorama tan desesperanzador, acudimos a un bar, donde anotamos algunos teléfonos de urgencias veterinarias de las Páginas amarillas, aunque la actitud reiterativa. en estas clínicas privadas, era la negativa a hacerse cargo de un animal sin dueño y enfermo.
Tras dos horas de incertidumbre, de perplejidad absoluta, insistiendo en las llamadas, un veterinario se prestó a socorrer al animal y aceptó que pasara con él esa noche siempre que lo acercáramos hasta la clínica, ubicada en el otro extremo de la Ciudad.
Con este pequeño paso, avanzado, un viandante que contempló la estampa del animal herido, sensibilizado porque días atrás también atropellaron a su perro, accedió a trasladarlo en su coche, y fue así como, de pura carambola, llegamos con el animal a la clínica, donde se comprobó que carecía de microchip con el que poder localizar a su dueño. El veterinario nos advirtió que si no venían a reclamarlo lo sacrificaría al día siguiente con una inyección.
Por suerte, el chico que condujo el coche creyó reconocer al dueño del perro, y él mismo se encargó de avisarlo al día siguiente sobre la suerte que correría su animal en caso de no recogerlo.
Madrid, capital de nada, no ama a los animales, y una ciudad que no ama a los animales no ama a las personas, aunque gracias a gente de la calle, generosa con los demás, este animal no murió descuartizado por los coches, no murió helado en la cuneta.
En nombre del perro doy las gracias a Nacho, el veterinario que lo acogió y que fue la única estrella en una noche tan cerrada; a los jóvenes que aguantaron con el perro más de dos horas mientras las negativas telefónicas se sucedían, y sobre todo a Juan Antonio, que rescató al animal de entre los coches y no tuvo inconveniente en prestarle su Chaqueta y aguantar el frío durante toda la noche en mangas de camisa.- Ana Isabel Sancho Fabuel.
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