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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Incertidumbres italianas

ITALIA HA entrado, otra vez, en una transición. Y otra vez sin destino claro. Después de que las acciones judiciales contra la corrupción liquidaran de hecho a la vieja clase política de la Primera República, las esperanzas de los italianos de abrir una. nueva era de democracia auténtica y transparente se vieron secuestradas por la aparición de Berlusconi. Con un imperio financiero gigantesco, con tres cadenas de televisión en su poder, logró en un plazo breve crear una semblanza de partido político, Forza Italia, que en coalición con los neofascistas (que ahora han tomado el nombre de Alianza Nacional) y con la Liga Norte le permitió ganar las elecciones en marzo del año pasado. Su gobierno tuvo poco de renovación y mucho de perpetuación de los métodos de la vieja política, en la que Berlusconi -íntimo amigo de Craxi, símbolo ya de la corrupción política italiana- había estado plenamente integrado.La coalición de gobierno creada por Berlusconi, en la que ya se habían abierto grietas durante los meses anteriores, se quebró a finales de 1994. Al abandonarle la Liga Norte, Berlusconi perdió su mayoría en el Parlamento. Obligado a dimitir el 23 de diciembre, ha pasado semanas presionando al presidente de la República para que imponga al nuevo jefe de Gobierno la condición de convocar elecciones inmediatas. Scalfaro no se ha sometido a esas presiones inconstitucionales, por mucho que Berlusconi pretenda justificarlas diciendo que él ha sido designado por sufragio universal y que, por tanto, sería antidemocrático dar al nuevo Gobierno una orientación que no sea la que él desea.

Cuando el 13 de enero el presidente Scalfaro de signó a Lamberto Dini como primer ministro colocó a Berlusconi en una situación extremadamente difícil. Dini entra plenamente en la definición que Scalfaro ha hecho del Ejecutivo que desea. Un Gobierno de técnicos, con una misión concreta de recuperación económica y de creación de las condiciones para unas elecciones limpias: una nueva legislación que impida monopolios en la televisión, y que asegure para todos iguales oportunidades para la propaganda electoral. Dini es un economista reconocido, con altos cargos en el FMI durante 20 años (de 1959 a 1979), y luego director general del Banco de Italia. Pero ha sido también ministro del Tesoro en el Gobierno de Berlusconi, lo que dificulta los ataques de éste. Tampoco es fácil que lo apoye una izquierda que le ha demonizado y que llegó a sacar a la calle a un millón y medio. de personas para manifestarse contra su política económica. Dini no ha tardado en formar su gobierno, con predominio de profesores de Universidad y profesionales de prestigio, sin ceder a las presiones de Berlusconi para que mantuviera a ciertos ministros del Gobierno saliente. En realidad, lo que Berlusconi pretende es que una convocatoria de elecciones cuanto antes impida que transcurra el tiempo suficiente para establecer una equidad real en la campaña, y poder así conservar el aparato televisivo y publicitario que le facilitó el éxito el año pasado.

La incertidumbre vuelve a adueñarse de Italia. Sigue siendo dudoso que Dini tenga mayoría para su Gobierno en las Cámaras. La izquierda pone serias objeciones y Berlusconi sólo se ofrece a votarle si acepta su fecha para las elecciones, condición imposible para un Gobierno que quiera nacer con dignidad y actuar con personalidad propia. Pero el Gobierno de Dini, aparte de los imperativos de la situación económica, representa hoy la fórmula más plausible de reconducir a Italia hacia unas elecciones libres, no maniatadas por masivos desequilibrios en el acceso a los medios de comunicación, que supongan realmente la entrada en la II República. Si lo logra, superaría las expectativas puestas en él por muchos italianos.

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