El misterio de la Trinidad
La función santanderina tenía un propósito claro: mostrar la actualidad del ballet en España, tan controvertido y polémico en su avatar y variedades; incluso puede hablarse de su cosmopolitismo, pues han venido elementos de diferentes sitios a dejar su buena danza en la espléndida sala Argenta, que no se llenó, pero sobrepasé las 1.100 localidades ocupadas, de un total de 1.600, y en un día donde se disputaba a exacta hora el partido Real Madrid-Barcelona: todo un triunfo para el ballet,El programa fue variado, y algunos de los españoles se presentaron con parejas extranjeras, como Mónica Zamora, elegante y seductora en los dos fragmentos de MacMillan junto al norteamericano Joseph Cipolla. El ballet, siempre comunicativo y universal por encima de los géneros hizo que éstos convivieran sin dificultad y hasta con cariño. La velada fluyó por buenos cauces, con algunos nervios y fallos de ocasión, pero siempre sobre una danza de alto nivel, seria y con proyección.
Bailarines españoles de hoy con sus acompañantes extranjeros
Participantes: Mánica Zamora y Joseph Cipolla; Eva López Crevillén y Luis Martín Oya; Emma López y Goyo Montero; Tamara Rojo y Carlos López; Rosario Suárez y Ricardo Franco; Trinidad Sevillano y Ton¡ Candeloro. Palacio de Festivales de Cantabria. Santander, 7 de enero.
Trinidad Sevillano volvía a un escenario español después de tres años de, ausencia, y lo hizo en una lograda creación mundial del italiano Lucca Vegetti sobre el poema sinfónico Psiché, de César Franck. Trinidad posee un misterio en tres partes: su talento, su técnica y su capacidad para transmitir la aleación de ambas cualidades; ella borda cualquier evolución siempre que tenga una justificación más allá de la forma, y es así que su Psiché está llena de vagas penumbras, presagios y tristeza, se hace mito desde una distancia que conmueve a través de su baile sentimental; Candeloro la acompañó solícito y en un plano no secundario, sino extraterrenal, como pedía su personaje.
Todos los artistas dieron lo mejor de sí y el público de Santander, tradicionalmente tenido por frío, fue entrando en calor a medida que avanzaba la oferta. Entre las piezas más aplaudidas estuvieron Arenal, de Nacho Duato, por Eva López y Luís Martín, el solo Melancolia de Goyo Montero (que después fue pareja de Emma López en un ele gante Cascanueces), un sentido adagio de El lago de los cisnes por Rosario Suárez y el primer bailarín de la Compañía Nacional de Danza Ricardo Franco y las demostraciones virtuosas de Tamara Rojo y Carlos López en El pájaro azul, ambos proceden tes de la cantera de Victor Ullate.
Hay un ballet español-clásico que flota y no tiene hoy un cuerpo concreto, pero en el que hay que creer, con el que hay que comprometerse siempre que se piense que alguna vez existirá para disfrute de todos.
Babelia
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