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Reportaje:

"Y para papá... un peine"

Los Reyes de Oriente cuentan lo que los niños madrileños les dicen al oído

Los Reyes Magos de Oriente quedaron perplejos tras pasar tres horas con un centenar de niños el pasado martes, en el Corte Inglés de Goya. Descubrieron, por ejemplo, que subidos en sus rodillas los niños se comportan de tres maneras: unos se convierten en estatuta, otros recitan sus peticiones a piñón fijo y el resto son los listillos que miran con lupa su autenticidad. Melchor, Gaspar y Baltasar (en realidad tres periodistas difrazados) relatan las entrevistas más importantes de la infanciaLa primera categoría descrita por los Reyes son los niños que hablan mucho entre ellos durante la espera aunque, a la hora de la verdad, cuando se sientan encima de ellos, hacen la estatua, a veces durante minutos: los ojos abiertos como platos, la mirada perdida en el horizonte y sus deseos secretos sellados- bajo unos labios cerrados a cal y canto.. Suelen ser los menores de cuatro años. Una variante ruidosa de estos primeros son los que se echan a llorar sin más. No hay consuelo para ellos.

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El segundo grupo lo componen los mayores (alrededor de siete años), más curtidos ellos, que acostumbran a recitar de carrerilla y sin parpadear la lista de regalos. En este caso, los que hacen la estatua son los Magos, que no pueden ni abrir la boca. Los infantes que se agrupan en esta categoría no suelen olvidar a sus mayores -"y para papá... un peine", pidió a Melchor José Luis, de siete años, que sin embargo solicitó una

pulsera de oro para su madre-. últimamente, los niños de piñón fijo también tienen algún deseo para los pobres del mundo -"y para que coman los negritos de las guerras de África, llevadles carbón" solicitó Jessica, de 7 años, a un lívido Baltasar-.

Por último -no falla-, también aparece algún ejemplar del espabiladillo de turno, la tercera categoría. Aquellos que apresan cualquier desliz del infortunado. Baltasar para poner en duda su autenticidad. "Tú no eres Rey, se te nota la carne blanca del brazo", dijo Adrián, de seis años, que cree en los Reyes Magos pero no se creyó al Baltasar que tenía ante sus ojos. Al observar el desconsolado rostro del monarca de Oriente, - Adrián reaccionó- con reflejos "Que no. Que es una broma, tonto".

Los niños de hoy en día nacen sabiendo inglés. Pronuncian a: la perfección nombres de juguetes impronunciables a pesar de desconocer su significado.Ariadna, de seis años, dio muestras de fe que alentaron la labor del des maquillado y sudoroso Baltasar:"Has sido buena este año?", preguntó el monarca. "Sí. ¿No me has visto desde el cielo cómo rezaba en casa de mi abuela? Tú vives en el cielo. ¿No?". Aunque no todos respondían afirmativamente a la preguntaba clave, la que determinaba el merecimiento del regalo: "Me he portado un poco regular", dijo Fernando, de ocho años. Más segura de si misma estuvo Málvara, de cuatro, que aseguró haber sido "muy, muy buena"

El tradicional y machista reparto de papeles sigue calando. Santi, de seis años, pidió ordenadores para los niños de Ruanda y muñecas para las niñas. Sergio, de, nueve, se llevó el premio a la solidaridad. "Tengo 10.000 pesetas ahorra das y voy a mandar 7.000 a los niños pobres. Las otras 3.000, me las quedo para ir a esquiar a Andorra". Algunos niños tienen muy claro por qué piden el regalo. Sergio, soriano de ocho años, solicitó un ordenador y un microscopio para poder arrancar su carrera como científico. "¿Por qué pides esa muñeca?", se le preguntó a Soraya, de seis años. "Porque se mea", dijo rotunda. Raúl, de siete años, aconsejo , solidario, a los reyes, que no entregaran regalos sólo en España: "Teneís que ir a otros países por ahí, donde los negros que están en guerra, y llevarles muñecos". A veces encargan cosas un poco raras para los mayores: "Para mi tío Antonio me pido una revista de depuradoras", dijo Alejandro, de seis años. "¿Cómo?", preguntó Gaspar, alucinado. "Sí, que es jefe de una planta y le gusta" sentenció.

En lo de las cartas también. hubo líos: Estefanía, que había sido "muy buena" se encargó de escribir el texto para sus hermanas menores, "un poco malas". "Discuten entre ellas", explicaba Estefanía a Gaspar, mientras sus hermanas, presentes, asustadas y enfadadas, lo negaban todo. Víctor Manuel, de cuatro años, tenía las cosas claras: "Mira,Rey, yo quiero un Power Ranger, un balón, la película del Rey León...'' Cuando el chaval hizo una pausa para tomar aire, Gaspar aprovechó: "No sé si va mos a poder traerte todo, porque hay muchos niños y todos piden muchos juguetes" explicó el mago. La lógica del niño fue aplastante: ",Pero Rey, si hay muchas tiendas..."

La barba columpio y el bigote volador

Sujetar un pegajoso bigote y mantener el equilibrio de la corona, o agarrar a dos niños mientras se toma nota de sus deseos navideños es algo a lo que los Reyes Magos están acostumbrados. Tanto ajetreo provoca sudores que destiñen maquillajes y deslucen barbas, pero no hay opción al descanso. Apenas un niño baja de las rodillas reales, otro se precipita para ocupar su sitio con una cara de ilusión que disuade de cualquier atisbo de "no, ahora no, que el rey necesita un descanso". En la cola, siempre resuena algún "mi niño está primero" de las celosas madres."El martes, los problemas surgieron pronto. Ningún mozalbete dudó de Gaspar pese a que sus despegadas barbas se columpiaban descaradamente en su quijada y su bigote había volado hacia el suelo un rato antes, A Baltasar, el tizne le impidió besar a los pequeños y, para despedirse, les daba un azote en el culete. Los padres velaron por la estabilidad de la corona de Melchor, que, de tanto viaje, no acabó nunca de encontrar su sitio.

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