Madrid, indispuesto por el metro
La huelga parcial en el ferrocarril metropolitano alteró ayer los hábitos de los madrileños durante cuatro horas. La amenaza contra las indisposiciones laborales -en realidad, 11 días al año en que se puede faltar al trabajo sin previo aviso- es la razón que argumentan los seis sindicatos de Metro para convocar la serie de paros intermitentes que comenzó ayer.La jornada discurrió sin incidentes. Los servicios mínimos, que abarcaban a la mitad del parque de trenes de la compañía, se cumplieron con rigor. Decenas de miles d e madrileños optaron bien por tomar taxis o autobuses, con temperaturas de hasta tres grados bajo cero y niebla o hielo en algunos lugares, o bien demoraron sus compromisos,
La huelga se desarrollo en dos fases: una matutina, entre las 7.30 y las 9.30 horas, y otra vespertina, entre las 18.00 y las 20.00 horas. El impacto del paro en la, disminución de viajeros fue calibrado por la empresa y por los sindicatos de forma diferente. Durante las dos horas del segmento de la mañana incluidas en el paro, en una jornada normal viajan en el metro unas 230.000 personas. Para ayer, fuentes, de la compañía calculaban en 50.000 los viajeros habituales que se abstuvieron de tomar este medio de transporte en esas horas matutinas. Ello implicaría una reducción de ingresos por taquillaje de entre un 20% y un 25%, según la versión de la empresa.
Por su parte, fuentes de los trabajadores informaron (le que, en el periodo de paro, la empresa había dejado de percibir un 30% de los ingresos de una jornada normal y de que el número de viajeros era inferior a la mitad de un día normal.
Por tratarse de fechas navideñas, en las cuales los escolares y estudiantes universitarios se encuentran de vacaciones, el impacto de la huelga fue menor del que hubiera alcanzado en otras jornadas.
Las libranzas por indisposición, en el origen de los paros de los trabajadores de Metro
El comité de empresa de Metro, que convocó los dos paros parciales de ayer, cuenta con 33 miembros, pertenecientes a seis sindicatos distintos. Comisiones Obreras, el Sindicato de Conductores y la Unión General de Trajadores son los mayoritarios. Los minoritarios son el Sindicato Libre de Metro y Suburbano, Solidaridad Obrera y Unión Sindical Obrera.
La confrontación que ha desencadenado esta huelga se centra, entre otros asuntos, sobre las libranzas por indisposición. Se trata de una cuota anual de 11 días -cinco de ellos pagados condicionalmente por la empresa- que hasta ahora permiten a los empleados la inasistencia al trabajo sin previo aviso. Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid avaló en su día esta cuota, según representantes de los trabajadores.
Dilema
Fuentes sindicales sostienen que, de los 11 días permitidos, el promedio de libranzas por cada empleado es de sólo cinco días. Con, este argumento, los representantes de los trabajadores impugnan las acusaciones de supuesta frivolidad en la autoatribución, por los empleados, de tales libranzas.
Por su parte, fuentes de la compañía aseguran que esta cifra media de libranzas por indisposición, argumentada por los sindicatos, constituye la cuota de asuetos que la empresa paga, ya que sólo a partir del sexto día se les aplican descuentos a los trabajadores que se acogen a ellos.
Muy pocos madrileños consultados supieron responder a la pregunta de si conocían los motivos de los trabajadores para acudir a la huelga del ferrocarril suburbano.
Nuevos paros han sido convocados en Metro para el viernes 30 de diciembre -que coincidirán con los de autobuses interurbanos y con los de Renfe, así como para los días 5, 10, 11, 12 y 13 de enero.
En la línea 1, entre Miguel Hernández (al final de Vallecas) y Plaza de Castilla, el número de viajeros era ayer a las nueve de la mañana muy bajo. Estaciones como la de Buenos Aires se hallaban a esa hora completamente vacías. Los trenes de servicios mínimos circularon por la mañana con una frecuencia de tres minutos y cuarenta segundos, según señalaban los marcadores de intervalos horarios que penden de los techos de las estaciones. Los intervalos habituales en días hábiles de invierno varían entre dos minutos y medio y tres minutos y medio, lo cual muestra que los servicios se cumplieron en esta línea.
Sin embargo, por la tarde, en la misma línea 1, en la estación de Sol, los intervalos entre la llegada de cada tren de servicios mínimos se dilataron desde 1.40 minutos antes de comenzar la segunda fase del paro hasta 7.30 minutos una vez iniciada; en las jornadas normales, las frecuencias de paso por estación de trenes varían también entre dos minutos y medio y tres minutos y medio.
Para Emma Mato, de 22 años, estudiante de filología inglesa en la Complutense, los paros en Metro "suelen ser un cachondeo: unas veces los anuncian y no los hacen; otras, no los anuncian y los hacen".
Emma desconocía si la huelga parcial comenzaba a partir de las 9.30 o finalizaba a esa hora. "Cada des por tres van al paro. Yo, los días de huelga, o no voy a clase o empleo los servicios mínirnos", dice. "La verdad es que si no los hubiera, esto sería un caos", señala.
Ángel Aparicio, de 27 años, abogado, acostumbra acudir por las mañanas a los juzgados de la plaza de Castilla. "Para mitigar el impacto del paro he demorado la hora de llegada a mi trabajo. Así resuelvo este asunto cuando surge", decía.
Una taquillera de una estación de la línea 1 se jactaba ayer del impacto del paro matutino: "Se ha comido [la empresa] el 30% de la recaudación. Les está bien empleado", sentenciaba la mujer.
Mientras adquiría su billete, un hombre de edad avanzada farfullaba entre dientes: "¿Por qué tienen que pagar conmigo los platos que otros les rompen encima?".
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