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"Represento a todos los indígenas del continente"

Víctor Hugo Cárdenas, vicepresidente de Bolivia desde hace 16 meses y el primer aimara no mestizo que llega a ese cargo, confía que cuando, dentro de tres años y medio, una vez concluida la actual legislatura, se someta al juicio moral de los jefes de las múltiples etnias que proliferan en el país andino, tenga en su haber más aciertos que errores. Fue bendecido en la víspera de acceder al puesto con una chalina de lana de vicuña, que lleva sobre sus hombros en todo momento. "Me dijeron que a partir de ese instante representaba no sólo a los pueblos indígenas de mi país sino a los de todo el continente, y que tenía una gran responsabilidad", dice un día después de haber recibido, en Madrid, de manos del Príncipe de Asturias, el Premio Bartolomé de las Casas por su defensa de las comunidades indígenas de América.Cárdenas, catedrático de 42 años y líder del Movimiento Revolucionario Tupak Katari, forma parte de un Gobierno increíblemente heterogéneo, donde, además está el conservadurismo thatcheriano del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, el populismo de un empresario cervecero y la izquierda radical.

"Tenemos una participación minoritaria en el aparato del Estado, pero empezamos a tener influencia y, desde luego, no estamos allí como mero adorno", señala. Es una presencia significativa la de Cárdenas, representante de ese mosaico de más de 30 etnias que constituyen el 70% de la población local. "A partir de ahora, la democracia boliviana no es comprensible sin la presencia indígena, y las últimas, elecciones son una expresión de ese cambio", afirma.

Explica con orgullo este político que pagó cárcel y fue perseguido durante los regímenes militares de Hugo Bánzer y Luis García Meza, que poco a poco se va convirtiendo en realidad su lucha por lograr una sociedad multiétnica, que admita la vasta pluralidad de culturas. Destaca, como ejemplo, el reconocimiento del bilingüismo a través de la reforma educativa. "Es ya un hecho en 125 escuelas; el año próximo lo será en 1.500, y calculo que en una docena de años alcanzará a toda la sociedad".

Cárdenas reconoce que son avances lentos, pero concretos, y no olvida que las comunidades indígenas siguen sufriendo la marginación, y el racismo. Como botón de muestra, su esposa, Lidia Katari, maestra de profesión, no puede ejercer la enseñanza por llevar la ropa tradicional india de pollera, mantón y bombín. "Le dijeron hace años que o se quitaba ese atuendo o no trabajaba. Pidió licencia y ahora está en la batalla por ella y por el resto de la población indígena".

Más sangriento fue el caso del abuelo de Cárdenas, a quien su patrón ordenó le cortaran la mano por estimar insultante que supiera escribir. Y su padre se vio obligado a cambiar su apellido aimara por el español.

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