_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Farsa

Dice el viejo y venenoso sabio Thomas Szasz: "Los norteamericanos siguen gozando de libertad para comprar armas de fuego cargadas, pero ya no la tienen para adquirir jeringuillas vacías. Quizá mejor que cualquier otro, estos hechos simbolizan hasta qué extremo el Gobierno norteamericano ha abandonado la tarea de proteger la seguridad y ha asumido la de invadir la intimidad".Así es: un norteamericano puede entrar libremente en una tienda y comprar un fusil de asalto, o tener un carro de combate en el jardín de su casa, pero si la policía le agarra con una jeringuilla, será acusado de posesión de "parafernalia de droga". Si con ese fusil de asalto el ciudadano se va al Estado de Tejas y asesina, pongamos por caso, a cuarenta niños, será condenado a muerte, y mientras espera la inyección de pentotal en la cárcel, las autoridades penitenciarias le prohibirán fumar tabaco (una perversa sustancia que produce impotencia, a diferencia del pentotal, que, como todo el mundo sabe, es un afrodisiaco).

No se por qué me ha venido esto a la cabeza, en el Día Mundial del Sida, cuando los medios de comunicación están superpoblados de almas bellas que luchan contra esta terrible enfermedad. Veo a esas almas bellas entregando jeringuillas nuevas a los drogadictos para que no se infecten con el virus. Observen la jugada: les entregan jeringuillas asépticas para que se inyecten la escayola y el cola-cao (o simplemente tierra, heroína adulterada), sustancias que conducen a la muerte inmediata cuando se inyectan directamente en vena.

¿Y por qué río hacemos la jugada completa y legalizamos las drogas para que, además de jeringuillas limpias, tengan droga pura y dosificada? Pues porque no queremos que se droguen. Y si no queremos que se droguen, ¿por qué les darnos jeringuillas? Advierto una cierta incongruencia en esas almas bellas. Por ejemplo, nos piden que no marginemos a esos enfermos al mismo tiempo que le declaran la guerra santa a las drogas, una guerra santa que perjudica, en primer lugar, a esos enfermos. ¿No les parece contradictorio pedir amor y solidaridad para unos individuos cuya conducta se nos invita a detestar? ¿La delincuencia, la marginación y la cárcel son malévolos efectos químicos producidos por las drogas? ¿Qué es exactamente lo que está destrozando la vida de esos jóvenes? Amigos prohibicionistas: ¿cuántos años va a durar esta farsa?-

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_