Un excelente preludio navideño: el oratorio 'Christus' de Liszt
Tiempo navideño, tiempo de oratorios. Se alzan voces multitudinarias para El Mesías, de Haendel; best sellers del género; La creación, de Haydn, y la Novena sinfonía, de Beethoven. Entre tan familiares partituras, una rareza: Christus, de Liszt, que nos trajeron al ciclo de Ibermúsica los Coros de Praga y Filarmónico Checo con la Orquesta Filarmónica Eslovaca, bajo la dirección del húngaro Zoltan Pesko (Budapest, 1937).Dentro de la monumental creación de Franz Liszt se cuentan el oratorio La leyenda de santa Isabel, las hermosas misas De Grand y de la Coronación húngara, El vía crucis y este Christus tan poco frecuentado; lo hacía Comillas en tiempos de Otaño y el Orfeón Donostiarra lo cantó ya en Barcelona allá por el año 1920.
Ciclo Orquestas del Mundo
Orquesta Filarmónica Eslovaca, Coro de Cámara de Praga y Coro Filarmónico Checo. Solistas: Livia Aghova, soprano; Marta Benackova, mezzo; Walter Coppola, tenor, y Jiri Sulzenko, bajo. Director: Z. Pesco. Auditorio Nacional. Madrid, 16 de diciembre.
Es esta una partitura cargada de belleza, talento, originalidad y preaviso de muchas otras cosas, como tantas veces sucede en la obra de Liszt. En Christus se manifesta íntimo, mesurado, brillante a veces, monódico y polifónico y con una orquesta que se pliega a la suavidad cromática de las voces.
Es obra larga, y no deja de ser curioso que tantos lo adviertan cuando hoy las longitudes, divinas o no, a nadie asustan. Quizá el problema resida en la persistencia del color orquestal, en un cierto parsifalismo anterior al de Wagner por el que discurre un mensaje místico a veces tierno y hasta ternurista; otras veces se eleva hasta las grandes regiones del espíritu para cantar al modo palestriniano o retomar la inspiración y el dato de los sonidos gregorianos.
Sentimiento religioso
En los fragmentos primeramente escritos es detectable la influencia de La infancia de Cristo, de Berlioz, pero Liszt no sigue, en cambio, la vía de su tremendo Réquiem, de 1837. Y es que el sentimiento religioso de los románticos se repliega durante un considerable periodo al mundo de las interioridades, y, como ejemplo, basta recordar la Misa en re menor, de Bruckner; el Réquiem alemán, de Brahms; las Beatitudes y Redención, de Franck, y, más rezagada, la Misa de difuntos, de Fauré.Será Verdi, en 1887, quien se encargue de devolver y acentuar en la música religiosa toda su espectacularidad con su portentoso Réquiem para Manzoni. En el centro de ese proceso, Christus, interpretado por vez primera en 1873, pero terminado siete años antes y tan elogiado por Wagner, tiene algo sustantivo de impopularidad, según las ideas estéticas de Ortega y Gasset.
En cualquier caso, es muy de agradecer esta aparición de un Liszt distinto y casi desconocido en versión directa. De la interpretación, austera hasta rozar lo aséptico, pero bien estructurada y fluyente que nos ofreció Pesco, hay que elogiar en grado superlativo la perfección, que alcanzaron los coros, la belleza de medios y atractiva gravedad de línea de la mezzo, con la que se equilibraron los demás solistas. Francamente buena la orquesta, y conseguida, en su totalidad, la más idónea conjunción vocal e instrumental.
En suma, una noche cargada de interés, belleza y música grande. Un excelente preludio navideño.
Babelia
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