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Crítica:POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Contando ovejas

Estuvieron bien Los Planetas, en su humilde papel de teloneros. Tienen naturalidad y poseen algunos temas ya populares, como Qué puedo hacer o una extensísima pieza de ejecución intensa llamada La caja del diablo. Otra cosa es que su música desvaída pueda robarte el alma. Su directo, sin embargo, llega mejor.En cuanto a los Counting Crows, su primer disco está francamente bien para escucharlo en casa, con la luz apagada y suficiente intimidad. Pero en directo te pueden hacer sentir como bajo los efectos de la adormidera. Demasiadas -todas- baladas o medios tiempos lentos, de estructura melódica basada en sólo dos acordes y en las que lucen poquísimo las guitarras y los teclados. Los instrumentos suenan muy contenidos, dejando las melodías, claro, para la voz.

Los Planetas y los Counting Crows

Counting Crows: Adam Duritz (voz), Charlie Gillingham (teclados, voces), Steve Bowinan (batería), David Bryson (guitarra), Dan Vickrey (guitarra) y Matt Malley (bajo). Sala Aqualung. 2.700 pesetas. Jueves, 15 de diciembre.

Adam Duritz tiene una imagen muy personal y canta bien. No obstante, se recrea jugando con un par de trucos durante todo el concierto. Que si baja el tono para susurrar con voz quebrada; que si lo eleva, para gemir, jugando con el ritmo, entrando y saliendo de él... A tenor de sus espasmódicos movimientos por el escenario, es indudable que el chico alcanza un notable paroxismo emocional en temas como Omaha, Ghost Train o Rain King. Pero una hora y pico en este plan es demasiado. Otro detalle de obligada mención es Mr. Jones. En el disco, esa canción vale un imperio, porque recoge, en un excelente ejercicio de medida, todos los componentes de lo que debe ser un extraordinario tema pop. Su tempo, ciertamente emparentado con el del American Pie de Don McLean, es ideal. Más rápida o más lenta pierde rollo.

Bueno, pues en vivo sonaba tan lentorra como el resto del repertorio. Mucho más espiritual y ceremoniosa, pero menos ligera. Espesa como un puré de arroz. El público que llenaba la sala los apludió, pero no faltó algún malvado que sugería, de cara a sus actuaciones en directo, que el grupo -la traducción de su nombre es Contando Cuervos- debía cambiarse por el de Contando ovejas.

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