Un tenor con agallas
Enrique Viana es un tenor singular, algo que empieza ya desde la arriesgada confección de sus propios programas. Montar una velada como la del miércoles con recitativos, arias y cabalettas de Bellini (El pirata), Rossini (Tancredi, Semiramide) y Donizetti (Marino Falliero, La favorita, Los mártires, Linda de Chamounix), en una iglesia de condiciones acústicas tan peligrosas como la de San José, es como encerrarse con siete miuras en un ruedo improvisado en una playa en día de lluvia.En esta época que vivimos de tenorinos y tenores bonsai, Enrique Viana canta a tono y acomete las notas altas con una limpieza que para sí quisieran muchas de las consideradas figuras internacionales.
Certamen Música Vocal
Enrique Viana (tenor). Manuel Burgueras (piano). Obras de Bellini, Rossini y Donizetti. Iglesia de San José, Madrid, 14 de diciembre.
Culto por los agudos
El culto por los agudos es quizá uno de los aspectos más circenses del mundo de la ópera, pero también uno de los que enciende mayores pasiones. El público valora el riesgo, la dificultad, la sangre. Los incondicionales de Viana lo saben bien y van con sus magnetófonos ocultos para poder después reproducir el milagro. Llenan siempre los espacios donde actúa y no es raro encontrarse a muchos veteranos belcantistas desencantados por la evolución actual de la lírica. Buscan en Viana un canto fisiológico, valiente, con agallas.La voz de Viana ha engordado respecto a sus anteriores recitales en Madrid del Auditorio Nacional (91), Ateneo (92) y Sala Fénix (93). Ahora es más homogénea en todos sus registros, más redonda, y utiliza su vibrato con una mayor intencionalidad expresiva. Es un cantante absolutamente a contra corriente, maldito, de carrera difícil, pero lleno de interés. Su Donizetti, por ejemplo, es particularmente meritorio.
Con la interpretación de Enrique Viana comenzó en Madrid el IV Certamen de Música Vocal en Navidad, ciclo de seis conciertos con voces y solistas que culmina el 24 de diciembre. La inauguración no ha podido ser más excitante.
El público estaba tan arrebatado con el espectáculo que presenció, que hasta se contagió a aplaudir con entusiasmo el mismísimo pianista (Manuel Burgueras, habitual de Monserrat Caballé: muy en línea con el tenor). Y es que tras La donna e mobile, el Lamento de Federico y La hija del regimiento, ofrecidas como propinas, podía haber pasado cualquier cosa.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.