Las trampas del integrismo
El integrismo argelino no resulta de una reapropiación de la identidad de poblaciones alienadas, y religiosamente humilladas, sino de una radicalización política que utiliza la retórica sagrada para desligitimar a sus adversarios, en una sociedad en la cual la religión desempeña un papel decisivo. Que los grupos dirigentes del movimiento integrista oculten tras un discurso religioso, los intereses políticos y, a menudo, las reivindicaciones legítimas de sectores sociales excluidos del conjunto social, significa, por lo menos, una inmensa manipulación cultural; es una manipulación que se únicamente se puede comparar con lo que ocurrió con la utilización del mensaje cristiano por parte de la Inquisición, o del socialismo por parte del totalitarismo soviético. Dicho de otra manera, es una devaluación de la religión en manos de grupos que luchan por la conquista del poder político.Esta manipulación no es casual; está directamente ligada al fracaso político, económico y social de las elites dirigentes de Argelia. La revolución anticolonial, en los años cincuenta, se produjo como reacción contra el apartheid que separaba a los europeos dominantes del pueblo argelino; contra el proceso de desruralización y en favor de la integración de los campesinos en el país; y contra la negación de la identidad cultural nacional de los argelinos, que eran considerados como ciudadanos de segunda categoría en su propio país. La guerra contra este colonialismo supuso un inmenso sacrificio popular.
Ahora bien, una vez conseguida la independencia, las él¡tes dirigentes instalaron un sistema de poder que reproducía la separación radical entre ellas y el pueblo. Su concepción del desarrollo industrial acarreó la destrucción de las últimas bases rurales, la exclusión de los campesinos y su reducción en las chabolas urbanas. Su visión de la cultura impuso una identidad por arriba, totalmente desvinculada de las aspiraciones populares. Estas elites importaron de Oriente Próximo, y pretendieron imponer, un modelo lingüístico fundado en el árabe clásico mientras que el pueblo argelino hablaba el árabe popular, el bereber y el francés. Si a eso se añade una forma de poder despótico y dictatorial, se entiende perfectamente la violencia de la reacción popular. Ese poder no resolvió ningún problema planteado por el colonialismo y, además, en 30 años de dictadura, destruyó y devaluó la esperanza socialista, la religión secularizada, la rica y variada identidad de ese pueblo.
Desde mediados de los años ochenta hasta hoy, la descomposición de dicho poder se ha manifestado en un crecimiento inimaginable de la corrupción, la falta de moral, el clientelismo y la represión. El integrismo encarna la toma de conciencia espontánea de esta situación y su rechazo radical. El Frente Islámico de Salvación (FIS), apoyado al principio por el poder para debilitar a las fuerzas democráticas, se volvió contra él cuando descubrió la inmensa fuerza de rebelión que hervía en Argelia. Las elecciones de 1991 dieron la victoria a los islamistas porque fueron los únicos, de todos los partidos, que tuvieron un discurso radical basado en el rechazo de cualquier compromiso con el poder. Los militares no aceptaron esa victoria. Anularon los comicios y quebraron el proceso de transición democrática. Al hacer esto, dieron un argumento potente a los integristas que se presentan desde entonces como víctimas de la dictadura militar. El poder tomó, de hecho, la responsabilidad de provocar una guerra civil. Y los integristas del FIS, divididos en diversas tendencias, al aceptar esa dinámica de guerra y practicar el terrorismo ciego, demostraron igualmente que tenían la misma concepción del poder que los militares. Encarnan, en realidad, un peligro para la democracia tan importante como el de los militares. Pues sus actos terroristas confirman su visión totalitaria del mundo. ¿Cuáles son sus propuestas?
1 Para luchar contra la corrupción, proponen la aplicación de la ley religiosa islámica (la sharia). Pero, ¿quién tiene hoy en día el monopolio de la interpretación de esta ley? Cada uno sabe que interpretar la ley religiosa es un acto filosófico particular, articulado no en una verdad que se irradia desde las remotas tinieblas del tiempo sino en las relaciones de fuerzas, prácticas y vividas, que definen un momento histórico determinado. Más aún, allí donde se aplica hoy en día, da lugar a un despotismo sangriento de los religiosos fanáticos sobre la sociedad, a la violación de los derechos humanos (por supuesto, los integristas no reconocen al hombre sino únicamente al creyente), y, por fin, al terrorismo contra la mujer: ivéanse, Irán, Arabia Saudí, Sudán!
Dicho de otro modo, lejos de educar, moralizar, desarrollar la ciudadanía, la aplicación de la ley religiosa provoca el temor, la hipocresía. frente a la fe, la irresponsabilidad como ciudadanos.
2 Para el desarrollo económico, proponen el liberalismo, considerado como la piedra filosofal para resolver los problemas planteados por la economía centralizada actual (aunque ya atravesada de todas partes por el liberalismo salvaje). Pero este liberalismo económico, además de que su eficacia no es obvia, tiene como consecuencias inmediatas el aumento de la exclusión social, el refuerzo de la pobreza, la destrucción de las escasas políticas sociales existentes y, sobre todo, el abandono de este país a los traficantes nacionales e internacionales. El liberalismo no conoce ni la solidaridad ni los derechos sociales: sólo acepta la piedad y la caridad. Pero las víctimas de la opresión no piden bondad: quieren igualdad y justicia social. En lo economico, el programa del FIS es un reaganismo radical, un thatcherismo global.
3 Para manejar el conflicto social, pretenden respetar las reglas del juego democrático. Aceptan, por tanto, la alternancia. Pero en ningún país donde fuerzas políticas semejantes están en el poder, estas fuerza; corren el riesgo de ponerlo en juego democráticamente. En todas partes -Irán, Arabia Saudí, Sudán-, el poder es dictatorial y persigue de sus adversarios. Y mientras no están en el poder, sus métodos de lucha política consisten en asesinar a los que no están, de acuerdo con ellos.
4 Para defenderse, contra la supuesta occidentalización en el campo cultural, proponen la reislamización sistemática de todas las esferas intelectuales y simbólicas. Pero esto es una mistificación grosera: sus representaciones del Occidente son tan superficiales como la del mismo Occidente a su respecto. Sirven para ocultar el hecho de que Occidente les sostiene políticamente, como lo demuestran las políticas de apoyo al FIS de EE UU, del Reino Unido y de Alemania. Apoyan al FIS no porque compartan la misma visión del mundo, sino porque estiman que el islamismo es una fuerza de estabilización conservadora y, a la vez, de regresión cultural que reproduce la dependencia de esas sociedades. Pues la reislamización de las esferas ya autónomas y secularizadas frente al dogma religioso, significa la profundización del atraso científico y técnico, además de que la exclusión de las mujeres del proceso social debilita gravemente la capacidad creadora de la sociedad.
En resumidas cuentas: ni por sus métodos ni por el contenido de su ideología, los islamistas ofrecen una alternativa democrática, progresiva, abierta, al universo cerrado de la dictadura. Como en varios otros países islámicos, en Argelia las poblaciones son rehenes de dos autoritarismos: el de los militares y el de los integristas. Es una situación trágica. La única solución para salir de la crisis reside en la formación de un consenso institucional que proteja la democracia contra la ideología única y la violencia, Contra la verdad sagrada o armada, contra la intolerancia y el absolutismo dogmático.
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