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FIN DE LA GIRA REAL

Las reivindicaciones vecinales sembraron la gira real por el sur de la ciudad

ANA ALFAGEME BEGOÑA AGUIRRE La llegada de los Reyes a las chabolas de La Celsa, junto a Mercamadrid (Puente de Vallecas), despertó una gran expectación entre sus moradores, poco acostumbrados a ver en el barrizal a la plana mayor de la política local y regional. Las chabolas fueron una parada en el segundo día de la visita de los Reyes a la Comunidad, una jornada que se tiñó de cariño a raudales y de protestas y peticiones vecinales.Don Juan Carlos y doña Sofía sólo recorrieron unos pocos metros de este poblado de un centenar de favelas rodeadas de mugre. En ese tiempo pudieron contemplar la particular obra de El Escorial de la barriada: las 96 casas de hormigón con forma de búnkers destinadas a realojar a estas familias gitanas. Los trabajos están paralizados desde hace dos años por desacuerdos entre el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Los Reyes pidieron a los chabolistas que les escriban si las autoridades madrileñas no reanudan la construcción de las nuevas casetas y prometieron acudir a inaugurarlas cuando estén acabadas.

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El itinerario real incluyó, por primera vez dentro de un programa organizado, una visita a un poblado de chabolas, según informó a EL PAÍS una fuente del Departamento de Relaciones con los Medios de Comunicación de la Casa de Su Majestad el. Rey. En otras ocasiones, los Reyes sí han visitado zonas parecidas, pero fuera de programa; hasta este viaje al sur de Madrid no se había incluido en el itinerario programado un recorrido que abarcara áreas como las visitadas ayer.

La visita comenzó a las 10.30 en el barrio de Palomeras (Vallecas), con poco público y toda la plana municipal. En las siete paradas de la comitiva real (Palomeras, Madrid Sur, colonia de San José, el Pozo del Tío Raimundo, La Celsa, San Fermín y Meseta de Orcasitas), los líderes vecinales se acercaron a los Reyes para hablarles de sus problemas diarios: paro, marginación y fracaso escolar.

PASA A LA PÁGINA 4

Los Reyes ofrecen mediar ante las autoridades si el realojamiento de La Celsa sufre más retrasos

VIENE DE LA PÁGINA 1Los niños de La Celsa no fueron ayer a la escuela y los traficantes &droga que viven en este asentamiento marginal cerraron el puesto o lo dejaron a media asta por unas horas. Un fuerte despliegue policial rodeaba las casetas y disuadía a los toxicómanos.

Poco antes de la llegada de los Reyes, Dolores Jiménez y Jenaro Borja permanecían escépticos a la puerta de su chabola, situada en la zona más laberíntica del poblado. "Esto es otra rutina; quienes mandan ya saben cómo está el barrio", aseguraban.

Don Juan Carlos y doña Sofía llegaron al asentamiento hacia las 12.30. Numerosos chabolistas esperaban a la comitiva; entre ellos, los dos hombres de respeto del poblado, el tío Aquilino y el tío Isidoro.

Un enjambre de críos con chándales de colorines, despeinados y con las caras llenas de churretes traspasaban los cordones de seguridad.

El mayor empeño de los chabolistas era estrechar la mano del Monarca. Un propósito para el que tenían que atravesar dos cordones de seguridad.

La comitiva hizo un alto en la chabola de Ramón y de Angelines, la hija de Isidoro. Allí, convidados a tomar un café de puchero, los Reyes escucharon las quejas de las familias gitanas sobre los incumplimientos de las promesas de vivienda escuchadas durante tres décadas en este poblado, el más viejo de la ciudad.

"Esto es maravilloso, porque el Rey puede ver cómo vivimos, y hará algo", exclamaba exultante uno de los chabolistas. Media hora después de iniciada la visita, los Reyes abandonaron el asentamiento. "Pues vaya, si sólo han visto una calleja", se quejaba otro poblador.Los tíos Isidoro y Aquilino estaban contentos. "Nos ha dicho que si las obras de las casas no siguen, que le escribamos para tomar cartas en el asunto", comentaba Aquilino. "Y va a venir a inaugurarlas", añadía Isidoro.

En unos minutos, el poblado volvió a la normalidad, y los toxicómanos volvieron a acercarse a las favelas donde se vende droga. Por las callejas sólo pasaban chuchos famélicos. Los chabolistas estaban en sus chamizos viendo por televisión la media hora más rara de sus vidas: aquella en la que Reyes y políticos paseaban por su barrio.

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