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FLAMENCO

Encajes y desencajes

Era una propuesta interesante. Por un lado, el cantaor de Jerez que ocupa un puesto destacado en el escalafón de su profesión; por otro, un número uno del toque para cantar, de Granada. Los dos residentes en Madrid desde hace muchos años, aunque con estilos y formación muy diferentes. Unidos en un ' local, cuyas duras condiciones de ejecución ponen los pelos de punta a la mayoría de los profesionales, Vicente Soto y Pepe Carmona lograron salir airosos en un encuentro en el que, a pesar de ciertos desajustes, demostraron su clase especial.El hijo mayor del Sordera anda ya por los 40 años y empeñado en profundizar el largo surco familiar. Cuenta con una discografía estimable, habiendo cantado en español a Fernando Pessoa y en trámites actuales de registrar una antología de cantes de Cádiz, Jerez y Sevilla, que ya ha visto un primer fruto bajo un sello oficial. Su amplio bagaje se aprecia en el eco flamenquísimo y en el extenso Conocimiento de determinados palos; en Casa Patas, interpretó un total de 10 cantes separados en dos partes. Lo más destacable, unas bulerías de Cádiz, de su primer elepé, a las que imprimió un ritmo trepidante y un dominio notable de sus recursos vocálicos.

Sorderita

Recital de cante de Vicente Soto, Sorderita: Pepe Carmona Habichuela, toque. Casa Patas. Madrid, 10 de diciembre.

Soltura

Su timbre de voz, difícil de definir, se va pareciendo cada vez más al de su padre, y lleva el marchamo inconfundible de la escuela jerezana. Lógicamente, Vicente se movió con, mayor soltura en los cantes típicos de su tierra. Por soleá, con las que abrió la noche, con un retraso excesivo sobre la hora anunciada, nos dijo letras hermosas. Por siguiriyas, bordó la de Manuel Molina inicial y cerró brillantemente en el cambio con la de Isabelita de Jerez, que últimamente ha vuelto a actualizar Enrique Morente: "Salí de la Breña... ". En medio, otra siguiriya de letra arcaica y enigmática: "A los montes de Armenia / yo me quiero ir... ", que chocaba favorablemente con la composición mayoritariamente juvenil del público, abarrotando la sala.Por tangos, tarantos y cartagenera, Vicente Soto anduvo algo crispado, muy preocupado por hacerse oír, en un escenario temible sin la referencia orientadora de los monitores. En los fandangos de propina con que premió la insistencia de los aficionados brindó unos primeros tercios desafortunados, a mi juicio, en el mensaje; sin embargo, los enmendó en el soberbio final con un conocido fandango del gran Manuel Torre.

Pepe Habichuela, algo relajado, en contraposición con el cantaor, nos deslumbró en varias ocasiones con esas falsetas naturales y textura de terciopelo que salen de su veterana guitarra. Hubo momentos por palos rítmicos en los que jerezano y granadino no se entendieron muy bien. Pero esta experiencia, en definitiva más positiva que negativa, debiera alentarlos a repetirla.

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