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La terapia génica busca caminos diversos para llegar al corazón de las enfermedades

Aprovechar las características genéticas propias de las células cancerosas para luchar contra el cáncer es la vía que exploran los expertos en biología molecular para intentar cortar el paso a los tumores con sus propias armas. Al cáncer dedican sus esfuerzos cada vez más los especialistas en utilizar el nivel básico de la biología, los genes, para corregir defectos y curar enfermedades, como explicó un buen número de ellos la pasada semana en Valencia, durante un simposio internacional sobre terapia génica convocado por la Fundación BBV.Genes suicidas, células madre y vectores virales son algunas de las palabras de moda en este campo. Representan los caminos hallados para acercarse al tratamiento de muchas enfermedades, de origen genético o no, y no sólo el cáncer y el sida. Y en cada paso de cada uno de los caminos, los investigadores encuentran sorpresas, producto de que la célula es todavía un microcosmos no conocido en su totalidad; en su mayor parte son sorpresas desagradables, que complican el trabajo, que hacen que no funcionen conceptos muy elegantes en teoría y que muestran que la terapia génica tiene todavía un largo camino por recorrer hasta convertirse en tratamientos normalizados.

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Están por ejemplo los vectores y entre ellos los virales, virus que se fabrican y en los que se inserta el gen deseado para hacerle llegar hasta el tejido o el órgano diana. Los vectores virales, retrovirus y adenovirus, tienen cada uno sus propias ventajas e inconvenientes, explicó Jay Ramsey, de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos, pero ambos logran por ahora sólo un pequeño porcentaje o una corta duración en la expresión de los genes que transportan. En el cáncer, una característica básica de las células tumorales es que se dividen sin freno, lo que hace crecer los tumores pero viene muy bien cuando de lo que se trata es de insertarles genes correctores mediante retrovirus, que sólo funcionan en células en división. Estos virus son menos útiles cuando el órgano diana es por ejemplo el hígado, y entonces se recurre a extraer parte de él para inducirle a crecer, lo que plantea muchos problemas.

Las células madre o precursoras de todas las células del sistema hematopoyético (linfocitos, plaquetas, etc.) se encuentran en el cordón umbilical y en mucha menor cantidad en la médula ósea, pero corregir definitivamente un número suficiente de ellas querría decir que se podrían curar enfermedades como la beta-talasemia, o incluso la leucemia. Y ahora se ha aprendido a aislarlas y lograr que se multipliquen. Un gran avance.

En cuanto a los genes suicidas, se trata de aprovechar el fenómeno de la apoptosis o regulación genética de la muerte celular para hacer que la célula maligna muera cuando se expone a un producto tóxico. El gen que dirige la producción de la enzima timidina kinasa en el virus del herpes se inserta en las células y, cuando se dividen, las hace sensibles a la droga ganciclovir (un análogo de ADN). Se ha experimentado en ratones con sarcoma en pacientes humanos con tumores cerebrales inaccesibles.

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La terapia génica busca caminos diversos para llegar al corazón de las enfermedades

Viene de la página anteriorY, en el sida, hay muchos enfoques, aunque todos se dirigen e repoblar el sistema inmune con células genéticamente alteradas que resistan la infección del virus. Una de las líneas es la seguida por Flossie Wong-Staal, que tiene por objetivo inutilizar el virus mediante ribozimas, unas enzimas fabricadas para reconocer el material genético del virus y portarlo. Como se utiliza como vector un retrovirus sólo actúa sobre células en división por lo que serviría para los linfocitos pero no para los macrófagos, así que esta investigadora piensa también en utilizar las células precursoras. Claro que incluso si funcionara quedarían muchos cabos sueltos, como la infección en el cerebro o que el virus desarrollara resistencia a este arma.

Por otra parte, en cáncer existen varias líneas de trabajo, explica Rubén F. Moreno-Palanqués, un científico español que trabaja en EE UU y ha actuado como coordinador del simposio, dirigido por Santiago Grisolía. Una es la que trata de corregir genéticamente las células tumorales con la inserción de genes supresores de tumores y antioncogenes. En otra se intenta destruirlas activando genéticamente el sistema inmunológico o por efectos tóxicos directos (genes suicidas) mientras que la tercera vía es de ayuda a las terapias clásicas. Se utilizan, por ejemplo, genes de resistencia a drogas para proteger a las células de la médula ósea y permitir mayores dosis de quimioterapia.

Futurista

Mientras se permite o no tratar las células germinales de los humanos, un tema polémico, Jon Gordon, el creador del primer ratón transgénico, allá por 1980, se dedica a hacerlo en ratones, como modelo animal de cáncer humano. Recuerda Gordon que es la única forma de que los genes injertados pasen a todas las células y se expresen de forma estable. Su trabajo, la profilaxis del cáncer con genes, mira hacia el futuro.

A pesar de que los pasos adelante son todavía tímidos la industria farmacéutica sabe reconocer una revolución cuando la ve y toma posiciones con cierta urgencia ante la terapia génica. Está el tema de si los genes son patentables o patrimonio de la humanidad, una batalla en la que la industria va ganando posiciones, pero también está el seguimiento de cerca de los grupos prometedores de investigación.

La última acción en este campo es el plan anunciado por la multinacional Rhone-Poulenc Rorer para comercializar la terapia génica mediante una red de grupos de investigación y empresas de biotecnología. Con la red se cubrirían todas las tecnologías necesarias (los caminos antes citados) y el acceso a las bases de datos. La presencia de Bill Gates, el mago de los ordenadores en una de las empresas de la red hace pensar a algunos que la terapia génica y celular en la industria farmacéutica puede estar a punto de explotar como la microinformática en los años setenta.

Jóvenes y pendientes del protocolo

¿Son mejores los adenovirus o los retrovirus como medio de insertar genes en las células? ¿Qué se puede hacer para conseguir que los genes transfundidos se expresen en suficiente cantidad en estas células y para que su expresión dure? ¿Cómo hacer un trasplante génico en el hígado sin que haya que extirpar antes gran parte de él? Los científicos que se dedican a la terapia génica y áreas afines son en su mayor parte jóvenes, muy competitivos y casi todos trabajan en Estados Unidos. Y no están acostumbrados a la fama, como se comprobó la semana pasada en el congreso celebrado en Valencia.Los problemas a los que se enfrentan son bastante difíciles de resolver, porque la terapia génica está en su infancia, pero eso no les arredra. Su palabra mágica es el protocolo. Más que los resultados de los experimentos, necesitan demostrar a sus colegas que su método es adecuado y cumple los requisitos científicos y se lanzan a experimentos en ratones y en algunos casos perros o monos antes de poder pensar siquiera en llegar a tener algún paciente humano.

El gran número de conferenciantes y la densidad de sus exposiciones hicieron del congreso una experiencia que no pudo ser bien seguida por muchos profesionales españoles y estudiantes de medicina que llenaron el salón del Palau de la Música. Y algunos científicos se preguntaron para qué sirve en España, donde la terapia génica da sus primeros balbuceos y no está especialmente apoyada, un acto así, una verdadera cumbre trasplantada de EE UU donde los científicos de ese país discutían detalles entre ellos y los demás en su mayor parte miraban.

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