Harry el Bueno
Se sabe de antemano -como se sabía por adelantado de Gary Cooper, cuando era anunciado un nuevo capítulo del desgarbo titubeante con que acariciaba la tierra que pisaba- que Harrison Ford es, por un mandato de su presencia y el añadido de la imagen que han sobrepuesto a ella los prospectores de demandas de mitos, el Bueno, con mayúscula, de la película.Y que sigue siéndolo incluso cuando, como ahora, le meten en un cochino fregado de la arcangélica CIA, institución filantrópica que tiene demonios de alcurnia dentro., pero que no hace falta decir, pues sabemos que se, sabe de antemano, que son pulverizados por Ford, cuando su angelito negro en jefe -el bueno, con minúscula, James Earl Jones- comienza a pasarlo mal y su hijo blanco Ford se cabrea. Porque cuando Harry el Héroe, el bueno, serio, sereno, honrado, fiel, leal e insobornable americano puro se cabrea, el Kremlin y la Lubianka, los dictadores árabes y sus terroristas los narcotraficantes andinos y sus camellos, tiemblan como caperucitas.
Peligro inminente
Direción. Philip Noyce. Guión: Donald Stewart, Steven Zaillian y John Millius, de la novela de Tom Clancy. Fotografía: D. M. McAlpine. Música: J.Horner. EE UU, 1984. Intérpretes: Harrison Ford, Willen Dafoe, Ann Archer, James Earl Jones, Joaquim de Almeida. Madrid: cines Capitol, Roxy, Carlos III, Excelsior, Aragón, Victoria, Plaza Aluche, Ciudad Lineal y (en v. o.) Bellas Artes.
Incluso la Casa Blanca y sus burócratas tiemblan también cuando Harry el Perfecto se cabrea, pues en Peligro inminente el Malo -con corte de villanos propios , como un asesor que mezcla rasgos de Haldeman y Eirlichman, los fontaneros en jefe del Watergate de Nixon; y forasteros, como el atildado Escobar de guante blanco que interpreta con gesto sagaz y cínico el portugués Joaquím de Almeida- es esta vez ni más ni menos que George Bush, el golfo del Golfo, o un presidente que. se le parece como una gota de agua a otra, aunque escondida su identidad detrás de otro nombre, para así evitarle pleitos terrenales a Harry el Santo y que no se le manchen las alas con el prosaismo de un juzgado de mala muerte, antro tan común que le viene pequeño al Ivanhoe contemporáneo que inventó Tom Clancy y que presta su pellejo, valorado en un millón de dólares por centímetro cuadrado, Harrison Ford.
Lo curioso de este mejunje entre relato de exhibición a la medida de Ford y de thriller de intriga y acción con coartada política, es que siendo ridículo no mueve a risa sino que funciona y, debido a una rara química de la emulsión con que está filmado, su disparate tiene incluso aire convincente, aunque no hace falta decir que pasa a mejor vida, la de la desmemoria, cuando el The End llena la pantalla, salimos a la calle y volvemos; a la evidencia de que las cosas van por otro lado.
Por allí se entiende algo de esa aludida química y de su réplica en la astronómica cotización profesional del pellejo de Ford. Y es que éste, como san Gary Cooper, sostiene lo insostenible y añade al automatismo del decreto de su presencia, una concienzuda calidad de seducción y una intensidad interpretativa formidable.
Aunque esté promovida por cheques en blanco y rodada con solvencia; aunque su esqueleto sea un sólido reparto; aunque la maña de los guionistas sea tanta que en sus bordados el esparto se disfraza de seda y no se nota el trueque; pese a estas y otras habilidades, Peligro inminente se vendría abajo si en ella no girara todo alrededor del imán de Ford. Pero lo cierto es que está allí; y todo es creíble porque le ocurre a él, aunque una vez ocurrida la película se vean las tripas de sus artimañas y no pueda disimular que su derroches de lujo no ocultan la insignificancia de -un pasarratos que nada aporta, salvo nuevas gotas de ombliguismo, al esplendor del cine de aventuras de Hollywood.
Babelia
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