"El violín es una parte más de mi cuerpo"
Yehudi Menuhin ha dicho de ella que es "la más maravillosa, perfecta e ideal violinista que haya escuchado jamás". Sarah Chang, nacida en Filadelfia (EE UU) hace 13 años, lleva ya seis dejando atónitos a directores y orquestas. Empezó a tocar el violín cuando tenía cuatro años, y en 1988 dejó prendado a Zubin Mehta en una audición. El director de orquesta no dudó ni un momento y: la invitó a tocar, dos días después, con la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Pero a Sarah Chang no se le han subido los humos a la cabeza y, mostrando una madurez impropia de su edad, asegura que, no quiere tratos de favor. "No quiero ser una niña prodigio, nunca lo he querido. Sólo quiero ser una violinista", asegura. Chang inició anoche en La Coruña una gira por España con la Orquesta de Galicia, bajo la dirección de Víctor Pablo Pérez. Hoy actuará. en Madrid; mañana, en Barcelona, y el sábado, en Valencia.Hija de una compositora y de un violinista coreanos que emigraron a EE UU en 1979, Sarah Chang es una adolescente a quien le gusta vestir a la moda y escuchar música pop y rock. "Más de una vez he tenido una pequeña pelea con mi madre porque, cuando vamos en coche, ella quiere escuchar música clásica y yo moderna", dice riendo. Chang se siente orgullosa de que la gente no la haya tratado nunca como a una niña. "Cuando la gente me ve en un escenario se sorprende, pero al final todos me tratan como a una violinista, y no como a una niña".
Muchos niños prodigio del mundo de la música han abandonado sus exitosas carreras cuando han llegado a adultos, pero Sarah Chang dice que a ella esto no le sucederá. "Los niños que al hacerse mayores han dejado la música son los que se han visto obligados por sus padres a tocar. A mí nadie me ha obligado a ser violinista. Empecé a tocar el violín a los cuatro años como si fuera un pasatiempo. Le dedicaba más tiempo a mis muñecas que al violín. Cuando a los seis años empecé a estudiar en la Julliard School de Nueva York creí que el violín era una cosa que podía dejar cuando quisiera. Pero cuando a los ocho años empecé a tocar con orquestas importantes me di cuenta de que ya no podía dar marcha atrás. Que el violín era una parte más de mi cuerpo".
Babelia
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