Amor
¿Se han dado cuenta de lo mucho que se habla últimamente del amor? No creo que el tema haya estado tan de moda desde el romanticismo, hace ya 150 años. Por entonces, la sociedad, atrapada en el vértigo de la industrialización, andaba' necesitada de algo caliente, animal, ele mental. Las máquinas estaban acabando con una manera de vivir y de relacionarse. Si el mundo parecía un lugar frío, despersonalizado y desapacible, uno podía refugiarse en la intimidad de la pasión. Algo parecido sucede ahora: estamos nuevamente en un momento crítico de cambios. El futuro es una incertidumbre; la vida urbana, un espacio de crispación y soledad; la identidad personal, una auténtica incógnita: quiénes somos, qué somos, en medio de todo este barullo, este griterío. Todo esto es sociología barata, sociología de columna periodística, cosa que, por otra parte, refleja a la perfección la realidad actual: hoy apenas si nos paramos a reflexionar mucho más que con esta brevedad y con estas prisas. Pues bien, frente a toda esta sin sustancia y desconsuelo, a la gente le ha dado por hablar del amor.
Claro que hay maneras de hablar que te ensordecen. Quiero decir que el mercado ha descubierto esa necesidad social del sentimiento y ha hecho del amor un producto de venta: por eso hay infinidad de programas de radio y de televisión sobre este tema en donde no paran de enseñarse unos a otros las vergüenzas amatorias. Ya sé que ahora lo más moderno es sostener que la televisión bazofia es estupenda, pero a mí me fastidia tanto exhibicionismo: si la intimidad es un espectáculo, ya no es íntima. ¿Hablar de amor? Sí, pero con pasión y cuidado, susurrando las palabras a un oído. El amor es algo demasiado grave, demasiado fundamental ("Si amas, sufres; pero si no amas, enfermas", decía Freud) como para abaratarlo de ese modo.
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