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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La horma de ETA

LA BANDA de ETA se ha encontrado esta vez con la horma de su zapato. El comando que acechaba el paso de un sargento del Ejército en la localidad vizcaína de Larrabetzu para acabar impunemente con su vida al amparo de la sorpresa fue sorprendido por la valerosa reacción de este último, que se enfrentó a sus verdugos con su arma reglamentaria¡ poniéndoles en fuga. Pero su sorpresa debió de ser aún mayor cuando, en su huida, fue interceptado y reducido por la Ertzaintza tras un enfrentamiento a tiros en el que murió uno de los integrantes del comando y resultó herido de suma gravedad uno de los policías vascos.Éstos son los hechos. Y hay que felicitarse de su desenlace en lo que se refiere a ETA y lamentar que su empecinamiento en el uso de la violencia siga provocando tanto daño sin sentido. Ninguna tacha cabe poner a quien defiende su vida frente a quienes intentan arrebatársela y evita con su actuación decidida pasar a engrosar la larga lista de víctimas de ETA. Tampoco cabe hacer reproche alguno, ni desde el punto de vista legal ni profesional, al impecable operativo montado por la Ertzaintza que culminó con la desarticulación del comando Vizcaya, la detención de sus integrantes y el posterior desmantelamiento de su base operativa.

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La mayoría de los ciudadanos se congratulan e identifican con unos comportamientos que reafirman, la acción cívica de la sociedad vasca frente al terrorismo y ponen de manifiesto la eficacia de la policía autónoma frente a quienes no cejan en sus planes de desestabilizar Euskadi y España. Frente a esa inmensa mayoría civil persiste un grupo que equipara a los asesinos de hoy con los gudaris de ayer, que pretende desacreditar a la Ertzaintza calificando a sus miembros de cipayos, que recurre a la violencia callejera, a los ataques a las personas y a nuevas amenazas cada vez que uno de estos comandos asesinos es interceptado en su camino de terror y puesto a disposición de la justicia.

La desarticulación del comando Vizcaya, a cuyo jefe se le atribuyen 11 asesinatos, cobra aún mayor valor al producirse un día después de la detención en Tolón (Francia) del que parece ser el máximo responsable del aparato militar de ETA. Cada uno de estos hechos tiene por sí mismo una importancia excepcional en el arriesgado empeño de las fuerzas de seguridad para acabar con la banda terrorista. Pero la tienen aún más en su conjunto. El efecto de la operación de Tolón, llevada a buen, término gracias á la colaboración entre la policía francesa y, la Guardia Civil, debe trastocar, sin duda, buena parte de la estructura organizativa de ETA, como sucedió con la captura de su anterior cúpula militar en Bidart (Francia), en marzo de 1992, y antes con la operación de la empresa Sokoa, en Hendaya. El decabezamiento del aparato militar se une también en esta ocasión a la Captura de una abundante y valiosa documentación de citas, contactos, planos e informaciones sobre futuros aten tados. El momento no ha podido ser más oportuno. Todo parece indicar que la fracasada actuación del desarticulado comando Vizcaya constituía el primer eslabón de una nueva cadena dé atentados en la nunca abandonada estrategia etarra de forzar una negociación política con el Estado democrático desde una posición de fuerza. Esta estrategia es inseparable de la sensación de invulnerabilidad de los dirigentes terroristas, así como de la idea de que éstos son imprescindibles para acabar con la violencia que ellos mismo s generan. De ahí la importancia que adquieren operaciones como las de Tolón y Larrabetzu a la hora de desmontar esa estrategia y hacer ver a los terroristas que sólo tras el cese de la violencia es posible para un Estado democrático ofrecer algún tipo de salida personal a quienes hayan abandonado definitivamente las armas.

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