Estilo y antiestilo

El centenario de La Verbena de la Paloma ha sido celebrado por el Teatro de la Zarzuela aquí y fuera de aquí, pues el montaje presentado ahora en Madrid, junto con el de El Bateo iniciaron su ruta en Buenos Aires. Al margen del éxito general, creo que Emilio Sagi y su equipo han equivocado su enfoque de la pieza de Bretón mientras han acertado plenamente en la de Chueca.La interpretación del género chico será siempre una cuestión de estilo y acaso resulte inútil pretender solemnizarlo con montajes más o menos espectaculares. Poco importa que los escenarios rompan con la ambientación literal del pasado; importa mucho olvidar que La Verbena de la Paloma retrata el Madrid popular en plena canícula de agosto, viviendo, cantando y divirtiéndose en plena calle. Ni la partida de tute podría tener lugar en un interior, ni la distanciación del cafetín debe pasar a primer plano en una pretenciosa sala de fiestas al gusto de los años cincuenta; ni el baile popular del "extemporáneo cuadro tercero" puede enclaustrarse, ni los guindillas y el sereno han de perder la cadencia perezosa y nocturnal, ni las alegres seguidillas aceptan la conversión en número semisentado. Todo ello atenta contra el valor decisivo del género chico: testimoniar con veracidad la vida del Madrid fin de siglo.

Sobre el mismo escenario, mínimamente alterado, El Bateo, tuvo una representación de gran propiedad, excelente ritmo, gracia y estilo que nos permitieron -volvemos a Bergamín- "saborear la temporalidad pasajera" de este teatro popular. Merecen elogio los intérpretes musicales, empezando por Odón Alonso y sin olvidar la previa labor de revisión llevada a cabo por Ramón Barce, María Encina Cortizo y Ramón Sobrino.