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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nocturnidad y suelo duro

Marta Miller no existe. Son cuatro bailarines-creadores en busca de su autor-coreógrafa. Mariana Blutrach (Buenos Aires, 1966), Laura Hansen (La Plata, 1964) e Inés Sanguinetti (Buenos Aires, 1956) son artistas bien entrenadas y serias, buenas intérpretes, muy influidas por la corriente de la danza contemporánea norteamericana y su trabajo de taller.La noche comenzó con Nocturno, ese clásico de la danza posmoderna norteamericana compuesto por Martha Clarke al principio de su carrera y que hemos visto varias veces en Madrid por diferentes intérpretes (especialmente memorable la canadiense Margie Gillis en otro Festival de Otoño, cuando el Monumental era aún teatro). Es obra de una sugerencia, basada en lo que aporta como inspiración una foto anónima de principios de siglo que para muchos no es ni siquiera una foto de baile, sino testimonio escalofriante de algún oscuro ritual sádico. Sobre esa estela misteriosa, Clarke teje la agonía y decadencia de su sílfide (la mano es un ala, y tiembla). Sanguinetti hace una interpretación personal, no demasiado intensa, pero correcta.

Marta Miller Danza (Argentina)

Nocturno: Martha Clarke, Felix Mendelsshon. Crazy: Mariana Blutrach, Laura Hansen, Carlos Morera. Toros: Gustavo Lesgart, Inés Sanguinetti, Gaby Kerpel. Luces: Marcelo Cuervo. Festival de Otoño. Teatro Pradillo. Madrid, 11 de noviembre.

El resultado de la creación colectiva lleva a las otras dos piezas originales presentadas en el Pradillo a un terreno neutro de expresión, sin una fuerte impronta propia, aunque sí muy terminadas en la factura y en la forma, y siempre sobre esa cuerda floja donde acaba propiamente el taller y empieza lo ya cristalizado como coreográficamente puro.

Obras golpeantes

Crazy es un juego duro sobre un tapete que evoca a esos diagramas con siluetas de zapatos y líneas de puntos que venden con algunos manuales para aprender a bailar un vals o el cha-cha-cha. Sobre un trozo rectangular de tapiz marcado con puntos blancos, dos bailarinas juegan a ser Esther Williams en la piscina o las Dolly Sisters.La otra obra, Toro, es dura, literalmente golpeante: las relaciones de pareja dejan de serlo para formar un solo cuerpo que rueda en espiral hacia su propia noche. El tratamiento en forma de breves secuencias reforzadas por los oscuros cumple un papel casi narrativo, y el material de saltos y portes mutuos ofrece una lectura de oscura sensualidad, casi sexualidad. El público abarrotó el Pradillo y los aplausos fueron discretos.

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