López Garrido: "Una oportunidad de creatividad y compromiso personal"

El Senado acordó por unanimidad el 28 de septiembre último, tras el debate sobre el estado de las autonomías, iniciar la reforma constitucional de la Cámara Alta, para la que pidió la colaboración del Gobierno, y las comunidades autónomas, "así como el asesoramiento de expertos en la materia". EL PAIS ha pedido a uno de esos expertos, Diego López Garrido, madrileño de 47 años y padre de cuatro hijos, la propuesta de reforma que hoy ofrecemos. López Garrido opina que su participación en esta iniciativa "es una oportunidad de creatividad para un catedrático dé Derecho Constitucional y un compromiso personal, ya que con ella no represento a ningún grupo político".Licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas, López Garrido tenía 29 años y era letrado de las Cortes cuando el 22 de agosto de 1977 se reunieron por primera vez los siete ponentes, padres de la Constitución. "Yo asistí a aquella primera reunión", recuerda, "junto a Francisco Rubio Llorente y Fernando Garrido Falla".

Compatibilizó su trabajo en las Cortes constituyentes con sus clases universitarias de Derecho Político, hasta que en 1989 obtuvo la cátedra de Derecho Constitucional en Albacete. Abandonó las Cortes, pero su incorporación a la política desde 1986 en Izquierda Unida (IU), le llevó a la presidencia colegiada de la coalición y le devolvió al Parlamento el 6 de junio de 1993, cuando, siempre tomo independiente, fue elegido diputado en la lista de IU, como número dos por Madrid. Pertenece a la Comisión Constitucional y a la de Justicia e Interior.

Es vicepresidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado y lo fue de la Asociación Pro Derechos Humanos, de la que sigue siendo directivo. Entre sus obras destaca El derecho de asilo y un libro clásico sobre la historia de España: La Guardia Civil y los orígenes del Estado centralista.

Se trata de su tesis doctoral, que leyó unas semanas después del 23-F. López Garrido recogió muchos datos para su trabajo en la dirección general de la Guardia Civil, en donde a veces veía al entonces teniente coronel Antonio Tejero, al que reconocí perfectamente", dice, "cuando el 23 de febrero de 1981 entró en el hemiciclo del Congreso, pistola en mano".