En Tanzania también se piensa en ti
Señorita Manuela Malasaña.Calle del mismo nombre. Madrid.
Muy señorita mía:
El que suscribe, Agapito Mardones Cirugeda, de 51 años recientes, casado (pero no mucho), natural de Madrid y residente en el foro, explorador y aventurero, a usted, a manera de delirio bucólico, manifiesta:
Que estoy colado por usted, pero me daba corte repetírselo en directo. Ahora me encuentro en Tanzania explorando tierras vírgenes, aunque ya no quedan (dicho sea sin perfidia). Me declaro desde tan lejos para esquivar el previsible bofetón inferido por su mano de usted ante tamaña reincidencia. No soy un gallina, señorita, pero no tengo huevos. Por esta razón, en Tanzania me muevo rodeado de gorilas y porteadores armados con arcos y flechas, mas sin yugo. De esta forma, camino con andares un tanto achuletados. Me da la impresión de ser tres en uno, a saber, Roberto, Alcázar e incluso Pedrín. Roberto es asilvestrado y noble; Alcázar, perplejo; Pedrín, alucinado y feliz. Es decir, que estoy como Dios, uno y trino.
Acaso usted no me recuerde: yo soy aquel negrito, del África tropical que una madrugada se acercó a usted en la plaza del Dos de Mayo, junto al Arco (taco de billar en mano, bolas en su sitio) y susurré a su oído: "Manolita, usted debiera llamarse Desdémona". Y usted, ingrata, perpetró este comentario: "Tú estás p'allá, tronco". Y yo: "Tu nombre es Desdémona porque eres mona pero me desdeñas". Total, que nos marcamos unas risas. ¿Va recordando usted, señorita Malasaña? Aunque usted vive en un barrio pletórico de Maravillas, Tanzania también es maravillosa. Se oye música en la radio que me llena de caracolillos. Por ejemplo, Bruce Springsteen y Linda Flor de Córdoba (notable tonadillera juliana desconocida por el gran público).
Aquí la gente es distinta, es otra cosa, pero engancha. Uno de mis guías lleva consigo un topo; otro porta siempre un loro encaramado en su hombro. El topo es sabio, discreto y delicadamente agreste. El loro es otro cantar. Se conoce que ha pasado por su vida algún español poeta que le impartió enseñanzas procaces. El muy puta es listo y jacarandoso como la madre que lo parió, pero te contesta en verso. Cuando alguien me llama por mi nombre (Agapito), el muy mamón contesta: "¡Me tocas el pito! ¡Me tocas el pito!". Si, por el contrario, me nombran por mi apellido (Mardones), el loro replica justamente lo que usted se imagina, con perdón. Un día me voy a poner colérico y cometo un desatino con el jodido loro.
También hay muchas moscas más pesadas que matar un elefante a besos. He decidido fundar una asociación que controle a estos dípteros: una congregación de moscas de clausura rigurosa que no salgan de la celda ni a mear. Ya cuento con dos centenares de novicias y 12 moscardones que expanden la nueva doctrina por doquier. Creo que esto va a ser negocio. Mal se me tiene que dar para no forrarme.
Ayer llegué con mis acompañantes a Benaco, localidad cercana a Ngara (Tanzania) donde hay establecido un campo de refugiados ruandeses con 250.000 almas. Hay aquí unos 20 españoles pertenecientes a Médicos Sin Fronteras. Es cierto que hemos mantenido diferencias metafísicas relacionadas con el balompié: casi todos son catalanes y seguidores de Cruyff. Creo que les he convencido de que Valdano es mejor. (No puedo mencionar en alto a Valdano, porque el puto loro salta al instante: "¡Agárrala con la mano!"). Estos médicos están demostrando al mundo que el alma no tiene fronteras; y tampoco la medicina (a ver si se entera Quevedo). Entre ellos hay un ATS y bombero de Leganés, de nombre Manolo, que es un auténtico pionero. Sabe de todo. Sabe latín y suajili.
Por lo demás, señorita Malasaña, tengo en la cabeza un batiburrillo pintoresco: se me juntan los chopos con el baobab, la guitarra con el tamtan, los dioses con los demonios, el castellano con el suajili, el pasodoble con las danzas rituales. (Por cierto, Manolita, al chotis deberíamos inocularle un pinchazo de marimba). En suma, mi mente es una Babel, pero me gusta. Me estoy convirtiendo en un Homo sincreticus, dicho sea con redomado cinismo. Acicalo mi alma cada día con una mano, de pintura; alimento mi cuerpo con un pepito de ternura. Y si me persiguen animales salvajes, huyo como geisha por arrozal.
Cuando vuelva yo a Madrid, chulona mía, se va a enterar usted de lo que vale un peine de marfil, dicho sea con insolente lujuria.
Tengo que despedirme porque el loro se está poniendo borde e insolente. Yo lo mato, como hay Dios. Y hablando de Dios: bueno, adiós.
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