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Tribuna
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Arte

Por ser Madrid quien es, y estar donde está, le ocurre lo que le ocurre. Es decir, superada y vituperada con creces la ingenua consigna primigenia del "No pasarán", aquí pasa de todo, y pasan todos, para que la expiación sea a grandes sorbos, y lentos. Primero, la reconstrucción de la catedral de la Almudena, y ahora esto. Como estoy segura de que quienes tienen la irritabilidad religiosa a flor de piel ya se estarán afilando las uñas de escribir cartas al Defensor del Lector -y, como quien dice, sólo llevo 15 líneas de parrafada-, juro sobre la Constitución, ahora mismo, que respeto hasta la muerte las creencias de cada cual. Pero,'ai las, no tengo por qué respetar su gusto estético.Por eso compruebo y denuncio, con espanto artístico y una miajita de miedo humano, que sobre el maltratado mapa urbano de Madrid -pobre Madrid, eterna tierra de conquista, de nadie, y de calumnia periférica- planea un OVPI (Objeto Visible Perfectamente Identificable) en forma de escultura de la Inmaculada, que los de la Campaña Nacional de Oración nos quieren colocar, afrentados por el hecho singular de que esta ciudad tenga un monumento al Diablo, y nada menos que en el Retiro, con la de niños que van los domingos.

La piedad en su versión de piedra, o sea, la forma más contundente y despiadada de piedad, se dispone a golpear de nuevo a los pacíficos laicos que transitamos por la capital del Reino. Lo hacemos sin orar, es cierto, pero también sin organizar faenas excesivas al resto de la peña.

Tengo derecho a quejarme. Aparte de la saturación de vírgenes -de piedra o afiliados al Chastity Club- y otros ídolos, imaginen la' que se montaría en este país si yo me empeñara, un suponer y sin dar nombres, en colocar en medio de la Castellana un vaciado de mi F. F. (Falo Favorito).

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