Parlamento con vida Propia
Clinton ha comprobado en sus dos años de mandato que un Congreso demócrata no le garantiza el apoyo a su programa de Gobierno
![Antonio Caño](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fbeac12ba-699c-4d3e-89c6-e30be1d9a86c.png?auth=74fed457e58f28ed1f5682cefdc437f0ffd7a482e0124e2212ab78e056c83af2&width=100&height=100&smart=true)
Es tal el escepticismo que existe sobre las posibilidades de colaboración con el futuro Congreso, que hasta el último momento de esta campaña hubo división de opiniones en la Casa Blanca sobre si era preferible un triunfo demócrata o republicano. Al fin y al cabo, decían los partidarios de la segunda opción, si ganan los republicanos siempre se les podrá echar a ellos la culpa por la falta de resultados en Washington.El presidente Bill Clinton ha podido comprobar durante estos dos años que un Congreso de mayoría demócrata no le garantiza el tránsito suave de su programa legislativo por las colinas del Capitolio.
Este sistema político, basado en lo que sus padres fundadores llamaron check and balance, está diseñado para que cada poder encuentre su perfecto equilibrio en otro poder, de forma que nadie lo acumule en exceso. Congreso y Presidencia están, en ese sentido, inventados como rivales más que como colaboradores.
Hoy eso hace que la tarea de Gobierno sea una verdadera pesadilla, y Washington se ha convertido entre la población en el símbolo del burocratismo, los intereses creados y la ineficacia, como ha quedado claramente en evidencia en esta campaña electoral. primera prueba del check and balance son las elecciones mismas. De forma casi instintiva, el electorado coloca fuerzas de signo diferente en la Casa Blanca y en el Capitolio.
Solamente seis de los últimos 26 años han coincidido un presidente y un Congreso demócratas; nunca en 40 años ha podido un presidente republicano trabajar con un Congreso del mismo partido.
La segunda y más decisiva expresión del check and balance es el funcionamiento del Congreso. Éste es un Parlamento en el que, simplemente, no existe la cultura de la mayoría.
El sistema político norteamericano se pensó sobre la idea extendida en el siglo XVIII de que la ley era un obstáculo a la libertad del individuo, y fue construido para hacer dificil el proceso de aprobación de leyes, no para facilitarlo.
En realidad, los redactores de la Constitución norteamericana crearon un marco que reflejaba su rechazo al principio de la democracia inglesa de que el voto de la mayoría doblegaba a la minoría.
Por esa razón, el Congreso norteamericano está lleno de mecanismos, normas y tradiciones que pueden ser utilizados para obstaculizar el proceso legislativo. El filibusterismo, la facultad de un congresista de extender el tiempo de debate hasta impedir la aprobación de la ley, es la manifestación más clara de ese sistema.
, Es imprevisible cuándo un partido va a hacer filíbusterismo contra un ley, y es imprevisible también en qué condiciones lo va a hacer. Lo más frecuente es que ese derecho lo ejerza un grupo parlamentario completo por instrucción de su líder.
Para vencer el filibusterismo son necesarios 60 de los 100 votos del Senado. Sin esa práctica, cuyo uso ha sido extraordinariamente extendido en el último año, una ley puede pasar la Cámara Alta por mayoría simple o pueden ser necesarios los dos tercios cuando se trata de reformas constitucionales o cambios que afectan al mecanismo del propio Congreso.
'Ta regla es que no hay regla. Un Dole o un Gramn pueden decidir en cada momento. Y el resultado es que este es el único país del mundo en el que no se sabe cuántos votos hacen falta para pasar una ley", afirma el abogado Tom Geoghegan, autor de varios libros sobre materia constitucional.
Esto explica que, aunque los demócratas tuvieran mayoría en el anterior Senado, el presidente Clinton no obtuviese la aprobación de sus principales iniciativas políticas.
Serían necesarios, al menos, 60 escaños para que un partido pudiera legislar con cierta comodidad, pero una mayoría de esa naturaleza es casi impensable en Estados Unidos.
Incluso con más de 60 escaños del mismo partido -poniendo el Senado como ejemplo: en la Cámara de Representantes ocurre otro tanto, y ninguna ley puede pasar, sin la aprobación de ambas cámaras, más la ratificación del presidente- se puede dar por descontada la aprobación de una ley, porque los senadores no responden a disciplina de partido.
De hecho, en el último Congreso hubo parlamentarios demócratas del sur que votaron más veces con los republicos que con su propio grupo.
Los congresistas sólo se sienten ligados a los intereses de los votantes que los eligieron en su circunscripción, y esos intereses están representados por los llamados lobbys o grupos de presión.
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