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El palo y la zanahoria del rey Hussein

El monarca hachemí está decidido a no tolerar las discrepancias a su paz con Israel, aunque hace concesiones a los palestinos disidentes

Dos severas advertencias públicas del rey Hussein de Jordania y un violento ejemplo de su determinación de defender contra viento y marea el tratado de paz con Israel parecen haber surtido efecto. En Ammán es hoy prácticamente imposible encontrar a algún político, sindicalista o líder estudiantil dispuesto a criticar abiertamente el pacto con Israel.Descontento existe, pero todo el mundo prefiere guardarse sus dudas, quejas y recelos. "Los agentes del Gobierno están por todas partes", comenta un militante de la oposición islámica que, como la mayor parte de sus correligionarios, habla a condición de que no se publique su nombre. "El rey no va a tolerar críticas de nadie. De momento hay que esperar a ver qué sucede".

El Parlamento aprobó ayer como se esperaba con el rechazo del Frente de Acción Islámica (FAI) la ratificación del tratado de paz con Israel firmado el 26 de octubre. "Esto no es un tratado, sino una rendición", dijo ayer uno de los diputados de la oposición. El tratado pasó con 79 votos favorables por 55 contrarios. El FAI y sus aliados independientes condenaron ayer el acuerdo y se comprometieron a utilizar todos los medios pacíficos a su alcance para sabotearlo.

Pero lo que, al parecer, nadie sabe es cuánto tiempo va a durar un debate público inevitablemente llamado a despertar profundas y turbulentas emociones en un país que hasta hace sólo pocos meses estaba técnicamente en estado guerra contra el Estado vecino.

"El Gobierno está tomando todas las previsiones para impedir que el debate se transforme en un elemento catalizador de la oposición, pero queda por ver si va a ser capaz de salirse con la suya sin chocar con sus críticos en las calles", dice un diplomático árabe. Un enviado europeo, por su parte, observa: "El rey va a tener que demostrar dentro de poco que es él, y nadie más que él, quien debe cortar la baraja".

La sagacidad del monarca hachemí es proverbial. Por ello Hussein no sorpendió a nadie cuando hace pocos días ofreció palos y, acto seguido, cierta recompensa a los palestinos que le critican por haber pactado la paz con Israel e ignorar las reivindicaciones palestinas sobre los santuarios islámicos de Jerusalén.

En una por demás desusada evocación del llamado septiembre negro, la sangrienta campaña jordana contra los palestinos en 1970, el rey advirtió que bajo ninguna circunstancia Jordania va a tolerar el menor desafío a la estabilidad del reino. "Volvamos a los años setenta y, Alá mediante, tendremos la fuerza suficiente para enfrentarnos a cualquiera que trate de afectar objetivos y aspiraciones tan unidos a nuestros corazones", declaró. En aún más clara referencia a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasir Arafat, el rey añadió: "En 1970 -y no deseo, recordar el dolor, la tragedia y el sufrimiento-, la parte responsable fue la misma que la que causó la destrucción de Líbano y de muchas, muchas crisis que se abatieron sobre el mundo árabe. No estoy generalizando, pero estoy haciendo una advertencia para que la gente no vuelva a caer en peligro similar". La relación de Hussein y Arafat se ha caracterizado por todo menos la cordialidad, ni siquiera en los ya remotos tiempos de distensión y abrazos frente a los fotógrafós. En las últimas semanas, Arafat ha vuelto a la carga instigando a los palestinos de CisJordania y Gaza a realizar manifestaciones de repudio al régimen de Ammán. El rey sabe perfectamente quién ha dado órdenes para que su retrato sea quemado junto con la bandera israelí. También sabe que la población palestina de su país (el 60%) tiene motivos para sentirse, una vez más, defraudada particularmente por la ineptitud de la OLP en el proyecto de construir un Estado. Consciente de que la enemistad con la OLP puede acarrearle más de un disgusto, Hussein ha tratado de tranquilizar a los palestinos afirmando que la disputa sobre Jerusalén tiene solución. El rey Hussein, como descendiente directo del profeta Mohamed y del sharif de La Meca, ha heredado responsabilidades de custodio de los lugares santos de Jerusalén, que los palestinos definen como la capital de su futuro Estado. En un gesto conciliador, el príncipe heredero Hassan anunció hace unos días en Casablanca que Jordania entregará la responsabilidad de los santuarios islámicos de Jerusalén una vez que se logre un acuerdo definitivo sobre el futuro de la ciudad santa. Las discusiones en torno a la más espinosa cuestión de las negociaciones entre Israel y los palestinos deben comenzar, según el calendario acordado, en 1996.

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