Un edificio emblemático y maldito
'La corona de espinas' sigue en obras después de 10 años
A pocos metros de la Moncloa, la sede del Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (ICRBC) -más conocido como La corona de espinas- es un edificio emblemático y maldito. Su rehabilitación continúa después de diez años y 1.670 millones de inversión. Su final está previsto para este año.El interior del edificio reluce con su nueva cafetería, su hermosa biblioteca y la luz que inunda los 20.000 metros cuadrados que suman sus cuatro plantas. Sin embargo, el exterior -que también depende del Consorcio de Universidades- permanece en total abandono. Contenedores de basura, barras de hierro y un aparcamiento que ayer se convirtió por la lluvia en un barrizal son la carta de presentación del lugar.
Pero la lucha de este edificio por sobrevivir se remonta casi a su nacimiento, en 1970. Los vaivenes de la Dirección General de Bellas Artes dejaron a La corona de espinas sin una función específica, vacía y olvidada.
Hasta que en 1980, 10 anos después, un atentado de ETA devolvió protagonismo al peculiar vecino de Adolfo Suárez, por entonces presidente del Gobierno. La organización terrorista lanzó una grandada contra La Moncloa desde el mismo edificio o desde un lugar cercano. Una cuestión de seguridad hizo que las miradas se volvieran hacia este inmueble, ideado para la restauración de las obras de arte de los museos nacionales. Hoy, cuatro años después de su inauguración como definitiva sede del Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (ICRBC) y 28 después de su construcción, La corona de espinas, un edificio diseñado por Fernando Higueras, sigue sangrando. PASA A LA PÁGINA 5
"Es un edificio muy delicado", dice el arquitecto de las obras
VIENE DE LA PÁGINA 1En 1983 se encarga a los mismos arquitectos autores del edificio, Fernando Higueras y Antonio Miró, el proyecto de recuperación del edificio, considerado por la Unión Internacional de Arquitectos como uno de los 24 más interesantes de la capital.
La primera medida de la rehabilitación incluye la limpieza del inmueble y la remodelación de la cubierta, con un presupuesto de 107 millones. "Éste es un edificio muy delicado", señala Eduardo González Mercadé, el arquitecto que coordina desde entonces las obras de recuperación: "La rehabilitación ha sido por partidas, porque si se plantea de golpe no aceptarían el presupuesto". En 1985, dos años después, se emprende la segunda fase del proyecto, con 233 millones de presupuesto y que recupera el sótano del inmueble. Pero esta ejecución se ve paralizada con el desembarco en el edificio de los restauradores de bienes inmuebles que estaban en los locales del Museo de América -otro edificio que ha estado en obras durante más de 10 años- y el Servicio de Libros y Documentos, que estaba en los locales del Archivo Histórico Nacional.
Desde ese año hasta hoy, el ministerio ha dedicado parte de su presupesto en la puesta a punto de La corona de espinas. La última entrega ha sido de 318 millones para la cafetería, el aire acondicionado y la reforma del exterior.
Otra obra empantanada
Para Borja Adsuara Varela, portavoz del área de Cultura del Partido Popular en el Congreso, el edificio es un ejemplo más del "empantanamiento" de las obras que comete el Ministerio de Cultura. "Cada vez que dicen que van a rehabilitar un edificio nos echamos a temblar. Se empantanan en las obras y no acaban nunca. Se convierten en otro pozo sin fondo", añade Adsuara.
"Me parece demencial intentar politizar la restauración del patrimonio artístico", dice el arquitecto González Mercadé. Para Adsuara, lo demencial es que en la rehabilitación de, por ejemplo, la catedral de Burgos, se emplee la décima parte de presupuesto que en un edificio que, además, pertenece al propio ministerio.
La corona de espinas se inauguró oficialmente corno nueva sede del ICRBC en 1990, 24 años después de su construcción. La noticia parecía el punto y final a la accidentada historia del edificio. Pero cuatro años más tarde todavía siguen los contenedores a sus puertas y el espacio de los alrededores sin urbanizar.
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