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La edad tampoco es salvoconducto en Argelia

Un anciano ex combatiente español huye por amenazas de muerte integristas

Manuel Becerra, de 85 años, es el último español repatriado de Argelia tras recibir amenazas de muerte de los grupos integristas. Este ingeniero jubilado llegó a Alicante el martes, después de permanecer durante 10 días escondido en un lugar más seguro de Argel. Todavía no entiende por qué le han obligado a abandonar el país en el que ha pasado los últimos 40 años de su vida, y ahora sólo pide tranquilidad para "asimilar lo que me ha pasado".De complexión menuda, canoso, decidido y con una lucidez envidiable, Manuel llegó a las seis de la tarde a Alicante, vía Barcelona, al que será su nuevo hogar por imperativos internacionales. A pesar de haber vivido prácticamente toda su vida en Argelia, su condición de extranjero en ese país pesa más para los fanáticos. La amenaza integrista le llegó hace 12 días a través de su asistenta argelina. Unos individuos golpearon a la mujer en el mismo portal de su vivienda del centro de Argel. La amenazaron con "cortarle el cuello" si trabajaba más para el extranjero. Los supuestos integristas le dieron otro mensaje: "A él le pasará lo mismo [sentencia de muerte] si no se marcha".

Nació en Almería, pero ha vivido la mayor parte de su vida en el Magreb, primero en Marruecos y después en Argelia. De España sólo recuerda su estancia en Valencia, "donde serví en el segundo reemplazo de 1930". En esa época, en la que fue piloto del Ejército republicano, conoció Alicante, la ciudad por la que ha optado tras su repatriación. Finalizada la contienda civil, marchó a Argelia y luchó con el Frente de Liberación Nacional (FLN) durante la insurrección contra los franceses. En 1965, en la frontera con Túnez pisó una mina y perdió la pierna derecha. Después de ese accidente, Becerra, hijo de una familia influyente en la zona, trabajó para una importante empresa francesa de construcción hasta su jubilación.

Becerra recuerda con claridad la única noche que pasó en su casa tras la amenaza, en compañía de un amigo argelino. "No teníamos armas y la puerta se podía abrir de una patada", relata con pasmosa tranquilidad. "A mi me daba un poco igual, pero mi amigo no me quería abandonar y temí por él, por su mujer y sus dos niños". La noche de espera se eternizó, y la embajada española trasladó por la mañana a Becerra, en un coche blindado, a un lugar más seguro de la ciudad. Allí, en el mismo lugar donde permanecieron los cuerpos de las dos religiosas españolas asesinadas días antes por los integristas, pasó su último periodo en el país del que ya siente nostalgia. El martes fue repatriado a España y desde entonces se encuentra en la residencia de ancianos Alacant, de Alicante.

A pesar de la serenidad y su lucidez, Becerra no logra entender lo que ha sucedido. "La amenaza existía para todos los extranjeros relata, "pero yo salía poco por lo de la pierna, y además he hecho mucho por ese país". Ahora se siente como un refugiado.

En la residencia ha encontrado un compañero con el que recordar viejos tiempos: Juan Jordi Figuera, un catalán de 74 años que ha vivido una historia similar y que fue repatriado de Argelia, "por precaución", en agosto. Entre sus planes figura un viaje a Málaga para visitar a una de sus hermanas. El resto de su familia, una hija y otra hermana, vive en Francia.

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