El director Arthur Penn augura que "Hollywood se encamina hacia su autodestrucción"
Arthur Penn está aquí y llena con su obra completa el lado nostálgico de estos intensos días de cine. Hace varios años, Penn cumplió 70, pero no lo parece. Con aspecto de hermano mayor de sus hijos, este caballero de Filadelfia, nacido en septiembre de 1922, es padre de un capítulo excepcionalmente original y rico de la historia del cine dé su país. Pero no tiene pinta de personaje escapado de unlibro de historia, sino de un muchacho Ubre, hablador, amable y expansivo, que contagia optimismo pese al pesimismo que le hace decir: "Hollywood se encamina a su autodestrucción".
El director de El zurdo, El milagro de Ana Sullivan, Bonnie y Clyde, La jauría humana, Pequeño gran hombre, Acosado, La noche se mueve y otras obras clásicas del cine norteamericano debutó tarde en el cine: en 1958, cuando tenía 35 años y casi sin quererlo se embarcó en la dirección de El zurdo, película con la que su nombre, asociado al de Paul Newman, daría la vuelta al mundo. Fue un comienzo magistral, impropio de un principiante. En realidad, Penn no era un principiante, ya que tras de él se acumulaba entonces la presión de su inagotable pasión por el teatro -nacida en su adolescencia y que aún mantiene intacta en la cúpula del célebre Actor's Studio neoyorquino, que él dirige y anima hoy mano a mano precisamente con Newman- y su aprendizaje del oficio de la imagen detrás de las cámaras de la televisión pionera, cuando ésta era un vivero de futuros cineastas, como John Frankenheimer, Sam Peckinpah, Tom Gries, Robert Mulligan, Robert Altman, Delbert Mann y otros nombres fundamentales del cine americano de los sesenta.Sorprende ahora mirar hacia atrás y descubrir, ante la presencia de este hombre, que Penn creó o contribuyó decisivamente a crear la identidad artística no sólo de Paul Newman, sino también de Robert Redford, Jane Fonda Warren Beatty, Faye Dunaway Melanie Griffith, Gene Jackman Dustin Hoffman, Anne Bancroft y Jack Nicholson. Es la tarjeta de presentación de quien, como él, es considerado universalmente como uno de los más grandes directores de actores, que así se convierte también en un creador, en un inventor de intérpretes de talla universal.
No es un azar: "El actor", dice Penn, "es lo único que cuenta. Él representa al hombre; él se pone ante la cámara y se usa a sí mismo como lenguaje y esto es lo que importa y lo que queda de una película. Los nombres de los escritores y los directores desaparecen, se borran de la pantalla. Pero el cuerpo, la palabra y el rostro de los actores es imborrable".
Cuentan que Penn mima hasta tal punto a los actores con que trabaja que éstos le devuelven su cuidado con pasión. Cuenta Penn: "Al final del rodaje de Bonnie y Clyde, Faye Dunaway y Warren Beatty se odiaban hasta tal puntoque les era imposible incluso mirarse el uno al otro. Y fue en el apogeo de este odio cuando tuvimos que rodar el delicado plano contraplano entre ellos donde ambos se miran con ternura, porque saben que van a morir inmediata mente y ésa es su manera de des pedirse. Fue imposible rodarlo: las miradas que se cruzaban entre sí eran literalmente asesinas. Tuve que trucar el sistema de rodaje y en la toma a Beatty yo ocupé el lugar de Faye y viceversa. ¿Ven ustedes ahora el cariño, la dulzura que hay en sus ojos? Pues era porque me estaban mirando a mí". Le cuesta a Arthur Penn hablar de sí mismo. Prefiere hacerlo, por ejemplo, de Marlon Brando, ante cuyo talento proclama una admiración sin límites: "Es un actor genial, incomparable., Inventa continuamente, crea y enriquece sin parar las escenas e indica al director con una precisión insuperable cómo ha de dirigirle cuando él interviene. ¿Recuerdan la terrible paliza que le dan en La jauría humana? Pues es un invento suyo. Y no sólo creó esta escena, sino que nos dijo al fotógrafo y a mí cómo teníamos que rodarla para que funcionase. Y funcionó, y de qué manera".
Babelia
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