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Reconquista

Enrique Gil Calvo

Muchos ciudadanos se apartan asqueados de la política por lo que consideran indignante cambalache de propaganda, calumnias, insultos, trampas y juego sucio. Pero no es menos cierto que la política, además de todo eso, es de los pocos espectáculos públicos que conserva intacta toda su vieja capacidad de sorprendemos. Y eso no es poco, en un mundo que resulta demasiado previsible y donde hasta el espectáculo de invención más reciente, como es la televisión, enseguida cansa desde que empieza a repetirse. Y al hablar de la gran sorpresa con la que se ha iniciado el curso político me refiero a la espectacular reconquista del fa vor popular que ha logrado el presidente González en un par de meses. ¿Qué comentarista político se hubiera atrevido a pronosticar el mes de julio pasado (cuando, tras el descalabro socialista de las elecciones europeas, por doquier se anuncia ba la inminente dimisión. de un Gobierno ya desahuciado por los escándalos Rubio y Roldán) que a la vuelta de las vaca ciones se habría de recuperar el carisma de González hasta el punto de neutralizar y restañar la sangría electoral del PSOE? Hay que reconocer que, como les suele suceder a los augures económicos, todas aquellas predicciones políticas fracasaron estrepitosamente. Y ahora que tanto se escribe acerca de la ingeniería financiera, quizá convendría empezar a hablar, por analogía, de ingeniería política. ¿Quién sería el maquiavélico artífice de una campaña de reconquista como ésta, que ante la torpe retórica de Aznar ha sabido darle cuerda hasta lograr que él solo se ahorque?

Sin embargo, pese a lo imprevisible del éxito de la operación, hay que reconocer que también tiene mucho de repetitivo, ya que suena a algo ya visto antes. Me refiero, claro está, a lo que sucedió durante el mes de mayo de 1993, durante la campaña de las últimas elecciones generales. También entonces se partía de una expectativa de clara derrota gubernamental, que fue espectacularmente remontada por una impresionante campaña personal del candidato González. Y además, exactamente igual que sucedió entonces, también esta vez el presidente ha tenido que actuar solo ante el peligro, sin poder contar con el apoyo de un partido socialista cuyos hechos lamentables más que una ayuda constituyen un pesado y contraproducente lastre.

Ahora bien, esta vez se ha conseguido algo que no se pudo lograr entonces, y es quebrar la espina dorsal de la facción guerrista del partido. En efecto, como se recordará, tras el 6 de junio de 1993 el viejo aparato del partido negándose a reconocer que la victoria era mérito de González y no suyo, pretendió capitalizar en provecho propio el éxito de los comicios, negándose a obedecer la promesa electoral (formulada como oferta de "cambio sobre el cambio") de proceder a la limpieza de los bajos fondos del partido. Y esa desobediencia incivil con la que se resistió el guerrismo a dejarse depurar hizo fracasar el 330 congreso, predestinado como estaba a regenerar el partido.

Pues bien, lo que entonces no fue posible (someter al desobediente guerrismo a la disciplina del partido), parece que esta vez, tras el copetazo de Sevilla, sí va a ser por fin factible, dado que las huestes guerristas, cautivas o desarmadas, se baten en retirada. ¿Hay reconquista mayor que la de obtener dos por el precio de uno, logrando que caigan Guerra y Aznar sin necesidad de disparar ni un solo tiro?

No obstante, para que esta reconquista quede completa falta todavía la granada principal, que es la confianza ciudadana. De nada servirá toda la ' ingeniería política si no se recupera la credibilidad. Y eso exige cumplir lo que se prometió: "el cambio sobre el cambio", es decir, la depuración de responsabilidades causadas por la financiación ilegal del partido. Hasta aquí eso no parecía factible por la amenaza de ruptura interna. Pero esa amenaza ya no existe. Luego todas las excusas dilatorias sobran. Pues sin esa depuración moral toda supuesta reconquista resultará pírrica, al ser ficticia la regeneración.

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