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Una gran red de corrupción atrapa a la derecha francesa

Enric González

Casi un centenar de políticos y altos funcionarios franceses, desde ministros a concejales, están procesados o bajo investigación judicial. Un buen puñado de empresarios se encuentra en la misma situación. La red de la corrupción político-financiera ha atrapado a la derecha tan espectacularmente como atrapó a los socialistas hace unos años. Algo está podrido en el sistema y el ejemplo italiano ya no se percibe como ajeno.El primer ministro, Edouard Balladur, se ve sacudido por un huracán que se le ha llevado ya dos ministros y afirma que hace falta "un nuevo contrato moral" entre los políticos y los ciudadanos.El jueves por la mañana, los franceses desayunaron con una imagen inédita en los 35 años de historia de la V República todas las portadas de la prensa mostraban al ex ministro y alcalde de Grenoble, Alain Carignon, ingresando en una cárcel de Lyón. La novedad era el encarcelamiento. Lo otro, la financiación ilegal de campañas electorales, la concesión de contratos públicos a cambio de sobornos, el enriquecimiento personal, es el pan de cada día desde hace meses.

En Lyon, la ciudad donde ocurrían los hechos, el propio alcalde Michel Noir estaba procesado por malversación de fondos públicos. También estaba procesado el alcalde de Cannes, Michel Mouillot. Y el ex alcalde de Tolón, ex presidente del Consejo Regional del Var y senador, Maurice Arreckx. Y Bernard Tapie, perseguido por múltiples instancias judiciales y deportivas y, aún así, eurodiputado y firme candidato a ocupar la alcaldía de Marsella. Y Henri Emmanuelli, secretario general del Partido Socialista. Y Jacques Farran, ex diputado giscardiano. Y Pietre Lacour, senador centrista... Desde que en marzo una diputada, Yann Piat, fue asesinada a tiros en la Costa Azul por querer denunciar la corrupción política en la zona, ya nada puede causar extrañeza.

Contratas públicas

Carignon sólo había dormido dos noches en la celda cuando, el viernes, dimitió Gérard Longuet, ministro de Industria, Correos, Telecomunicaciones y Comercio Exterior, uno de los pesos pesados del Gobierno conservador, a la espera de un procesamiento probablemente doble: por financiación ilegal del Partido Republicano, del que es presidente, y por embolsarse dinero a cambio de conceder contratas públicas. Horas después de dimitir Longuet se anunció el inminente procesamiento del socialista Michel Gillibert, ex secretario de Estado para los Minusválidos.No sólo se persigue a los que cobran. También van cayendo los que pagan, los empresarios. Los presidentes de sociedades como Alcatel o Sclineider, florones de la gran industria francesa, y varios altos cargos de Lyonnaise des Eaux-Dumez y Générale des Eaux, gigantes mundiales del sector servicios, encabezan una lista que aumenta día a día.

El Servicio Central de Lucha contra la Corrupción, creado en 1.991, acaba de hacer llegar al primer ministro un informe en el que constata lo obvio: "Es evidente que los fenómenos de corrupción han aumentado mucho. Es imposible medir con precisión el fenómeno general, pero sobre, su tendencia [al alza] no caben dudas". La rehabilitación de la imagen social del dinero, que ha legitimado las ganancias rápidas, y la descentralización administrativa, que ha multiplicado los centros de decisión, son responsables del problema. También se culpa a la acumulación de cargos.

En el centro de casi todas las marañas político financieras aparecen dos sociedades gigantescas: Générale des Eaux y Lyonnaise des Eaux-Dumez, primera y segunda compañías mundiales, respectivamente, en el sector de distribución de aguas y saneamientos. Fue Lyonnaise quien, según el juez, pagó al ayer ministro y hoy preso Alain Carignon por quedarse con la gestión del agua en Grenoble. Ambas sociedades fueron acusadas hace unos meses por el juez Thierry Jean-Pierre de ser "los grandes corruptores de la vida pública francesa". Muchos las señalan como culpables últimas de todo, y se preguntan que puede hacer un alcalde frente a la influencia y la capacidad de tentación de dos monstruos con centenares de miles de empleados y miles de millones de francos.

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Pero, un directivo de la Gériérale des Eaux, interrogado por un juez, ofreció una versión muy distinta del asunto: "Si. no pagamos, no hay contrato; si no hay contrato, no hay beneficios, ni empleos, ni empresa. Esa es la reafidad".

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