Un filme austriaco y una comedia negra española animan el final

Una implacable película austríaca, 71 fragmentos para una cronología de la casualidad de Michael Hanelce, y una deliciosa comedia negra española en clave gerontológica, Justino, un asesino de la tercera edad del dúo La Cuadrilla, animaron considerablemente el final de esta alicaida 27 edición del festival suburense.En un día en el que se acumularon hasta tres películas a concurso, la decepción la constituyó Suture de Scott McGehee y David Siegel, una irritante trama de cine negro convertida en insufrible ejercicio de pedantería y manierismo formal.

Michael Haneke, de quien los cinéfilos hispanos conocen su contundente Benny's video, ha partido de un hecho de crónica para este filme, con el que clausura una trilogía cuyo tema define como "la glaciación emocional que se ha apoderado de mi país". En los días de la Navidad de 1993, un joven universitario de 19 años entró en una oficina bancaria de Viena y, sin ningún motivo conocido, disparó contra los clientes. Tres muertos, varios heridos y el propio estudiante, que se suicidó poco después en su coche, fueron las víctimas de la inexplicable acción.

Matanza

Haneke se sirve del suceso, pero no para mostrarlo: un único plano del muchacho disparando, sin contraplano alguno, resume sumariamente el asunto. Lo que interesa al director, cuya mirada se detiene en detalles que parecen intrascendentes, pero que adquieren su real, siniestra significación a posteriori , es la cotidianeidad de algunos personajes que sólo al final sabremos las víctimas de la matanza. Los 71 fragmentos de vida de estos seres -un guardia jurado, un niño rumano inmigrante clandestino y la familia que le da cobijo, un anciano solitario, el propio estudiante, entre otros- se entremezclan con frecuentes noticiarios de la televisión austríaca que informan sobre Bosnia, Haití, Somalia. La violencia de la realidad se mete como un aullido helado en el corazón de un relato servido por Haneke con un rigor casi intolerable, un pulso firme y un sentido del ritmo absolutamente personal.

También habrá que contar para los premios con una pequeña joya en bruto, un filme de reducido presupuesto que responde por Justino, un asesino de la tercera edad y del cual son responsables Luis Guridi y Santiago Aguilar, que firman con el seudónimo de La Cuadrilla. El filme se diría una actualización de ciertos temas abordados por el binomio Marco Ferreri-Rafael Azcona, pero en clave más disparatada. Un ex-puntillero jubilado, el Justino del título, está amargado por la vida que lleva en casa de su hijo. Tiene un sueño: irse con su amigo Sansoncito a Benidorm, donde todo será paella, playa y extranjeras.

Con una seriedad extrema, el filme muestra las andanzas criminales de Justino, asesino a su pesar, con un considerable sentido del esperpento. Pero esta aparente seriedad sirve, igualmente, para arrojar luz sobre la condición de la así llamada tercera edad, cuyas penalidades están vistas aquí desde un prisma de comprensión y simpatía. Es un filme tierno, bien hecho y con gracia. A él debería ir a parar algún premio.