Vuelo de mariposa

La nueva experiencia de este joven músico no es para oídos perezosos. El sonido natural, norma del local desde su fundación, exigió del público una atención sostenida para la que no se está entrenado con lugares bullangueros. El artista se ofreció sin más armas y parapeto que el de su guitarra al aire.La recompensa no se hizo esperar. Agustín Carbonell se ha curtido a lo largo de estos años no sólo como concertista sino tocaor para el cante y el baile, y como líder en grupos de músicas fronterizas, con profesionales de gran talla como es el caso de Rubem Dantas que le secundaba en esta ocasión. El Bola se inició en solitario por granaínas y seguiriyas, dos piezas breves llenas de extraño lirismo, y continuó con la percusión del brasileño por fandangos y bulerías, aunque sin romper la atmósfera de intimismo. Entre los dos se entendieron musicalmente como si se tratara de un diálogo afectuoso entre viejos amigos.

Y no es que El Bola se mostrara un gran virtuoso, pero eso no empañó la policromía de las notas de sus seis cuerdas frágiles e imprevisibles como un vuelo de mariposa.