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CONCLUSIONES DE LA CUMBRE FINANCIERA DE MADRID

Los desafíos de la recuperación

Las subidas de tipos y la inestabilidad cambiaria amenazan con entorpecer la mejora de la economía mundial

Victoria Carvajal

Hans Tietmeyer, presidente del Bundesbank, lanzó dos mensajes muy claros a la comunidad económica internacional reunida en Madrid con motivo de la Asamblea anual del FMI y el Banco Mundial: Olvídense de acuerdos cambiarlos y de coordinación monetaria y dedíquense a vigilar la inflación y sanear las finanzas públicas. Ésta es, a su juicio, la mejor receta para devolver la calma a los mercados, donde los tipos a largo plazo se han disparado por temor a que el crecimiento sea inflacionista, y garantizar una recuperación sana y duradera.Frente a Tietmeyer, que ha sido suscrita por sus socios del Grupo de los Siete, -especialmente por el secretario del Tesoro estadounidense, Lloyd Bentsen-, un plantel de profesores y autoridades del mundo financiero, como el anterior presidente de la Reserva Federal de EE UU, Paul Volcker, aprovecharon el aniversario de los 50 años de los acuerdos Bretton Woods, para insistir en la necesidad de alcanzar un acuerdo cambiario que obligue a una mayor coordinación monetaria y económica.

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Un debate soterrado

Este sistema, pro ponen, podría estar supervisado por el FMI. "Todo futuro sistema monetario internacional deberá centrarse en las tres principales divisas que dominan el comercio y los movimientos de capital: el dólar, el yen y el marco alemán", señala en su informe la Comisión Bretton Woods que preside Volcker y que está integrada por personas de la banca y del mundo académico.

Las llamadas a la cooperación no son nuevas. Se repiten en todas las reuniones del FMI. Como tampoco lo son las voces nostálgicas que reivindican un sistema similar al de Bretton Woods, que estableció unos tipos de cambio semifijos en tomo al dólar y garantizó la estabilidad cambiaría durante las décadas de los cincuenta y sesenta. En la memoria de otros está el reciente fracaso del Sistema Monetario Europeo que dejó en evidencia la incapacidad de las autoridades monetarias internacionales para comprender e incidir en los mercados.

Coordinar más las intervenciones y oficializar una zona de cambio o no dar pistas al mercado y dedicarse a corregir los desequilibrios domésticos. El debate refleja el desconcierto de las autoridades a la hora de poner freno, a las subidas de tipos de interés en los mercados de deuda y a los desajustes cambiarios (concentrados hoy en el dólar y el yen) que amenazan con entorpecer la buena marcha de la economía: el aumento de los intereses a largo plazo, porque encarece la financiación de los déficit públicos y de las empresas que, cada vez más, emiten deuda en los mercados, y los vaivenes del dólar, porque enturbian las relaciones comerciales.

"Vigilaremos la inflación y reduciremos el gasto público", aseguró el G-7 y recomendó el FMI. Pero esta misma semana las rentabilidades de los bonos han seguido subiendo. Los datos que demuestran la fortaleza del crecimiento económico en EE UU, como el descenso del paro en septiembre hasta el 5,9%, pesan más. El temor a un recalentamiento de la economía estadounidense y una exagerada reacción a las expectativas de crecimiento en Europa han reavivado los temores inflacionistas. El bund alemán a diez años llegó esta semana al 7,75%, el nivel más alto del año y el bono equivalente español llegó al 11,25%. La rentabilidad de estos activos públicos ha subido más de tres puntos desde febrero.

"Cuando todo el mundo habla de que van a contener la inflación, el mercado sospecha", dice Henrik Lumholdt, de FG Inversiones. "El mercado es más duro que antes a la hora de juzgar la política económica de un Gobierno porque algunos países han alcanzado el porcentaje mayor de la historia de deuda pública sobre, el Producto Interior Bruto".

Es, precisamente, este desequilibrio y las divergencias existentes entre las economías lo que dificulta alcanzar un acuerdo cambiario que comprometa la política monetaria de los participantes. Aun siendo un objetivo deseable, dice Emilio Ontiveros, catedrático de Economía de la Empresa, no es el momento para plantearlo. "Primero hay que alcanzar la convergencia nominal. luego coordinar las políticas económicas y, por útimo, buscar algún acuerdo de estabilidad cambiaria".

Ahora o dentro de unos años, lo que también ha quedado claro en la reunión de la asamblea es que el nuevo orden monetario ya no queda sólo en manos del G-7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Canadá). Juan Pérez Campanero, economista jefe de JP Morgan, cree que los mercados emergentes del sureste asiático y latinoamérico, que han entrado de lleno en la competencia por los flujos privados de capital, juegan un papel cada vez más importante en la economía mundial.

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