"Dulce Cataluña"
La teta y la luna es un simpático, a veces hilarante, casi siempre tierno inventario de lugares comunes relacionados con la tradición cultural catalana, un pot au feu en que cuecen juntos castellers y calçots, habaneras y barretines, un sano ejercicio de autonomía que firma Bigas Luna, a modo de clausura de su involuntaria trilogía sobre el homo celtibericus que arrancó en Jamón, jamón y que aquí culmina. Su visión del Principado y sus atávicas costumbres podrá no agradar a las autoridades nacionalistas o a la gent assenyada, pero no cabe duda que su reivindicación de una Cataluña que cante flamenco y eleva castells al cielo, charnega y plurilingüe, es la más sana y radical que se ha permitido nuestro cine en los últimos tiempos.El filme cuenta la historia de una fijación mástica, la que experimenta el anxaneta (el niño que corona las pirámides humanas o castells) por los senos de su madre, a los que sólo tiene acceso su hermanito recién nacido. Esta fijación edípica se desviará pronto hacia una teta sustitutoria, la de una bailarina de circo francesa que un buen día aparece por su barrio con su roulotte y su marido, experto éste en un espectáculo de ventosidades sin par. Todas las ansias del niño, que como todos interpreta el mundo según sus modestos conocimientos de la vida -lo que le lleva a identificar el acto sexual con una especie de operación de relleno del depósito lácteo de la mujer por parte del hombre, entre otras peculiaridades-, se concentrarán en acceder a la deseada leche, vía teta francesa, hasta llegar a la culminación del filme, que bien podría ser resumida así: "La consecución del éxito se obtiene gracias a la obsesión por las tetas, no al esfuerzo patriótico".
La teta y la luna
Dirección: J. J. Bigas Luna. Guión: Cuca Canals y Bigas Luna. Fotografía: José Luis Alcaine. Música: Nicola Piovani. Producción: Andrés Vicente Gómez para Lola Films, Iberoamericana, Cartel y Hugo Films, España-Francia, 1994. Intérpretes: Biel Durán, Mathilda May, Gérard Darmon, Miguel Poveda, Abel Folk, Laura Mañá. Estreno en Madrid: cines Gran Vía, Minicines.
Bailar contra el cielo
Todo esto lo sirve Bigas con su habitual sentido para la plasmación de una realidad evanescente, con esa mezcla de referentes fílmicos que hacen que en su cine se den la mano, sin molestarse, Buñuel con Fellini -hay un bellísimo plano de Mathilda May bailando contra el cielo que hubiese firmado el maestro italiano sin dudarlo-, el surrealismo con la escatología. Llama la atención, no obstante, un cierto desmayo en su inspiración -ya apreciable en Huevos de oro, pero aquí menos justificable por tratarse del tema que se trata-, que hace que el filme flaquee al caer en reiteraciones inútiles, en pleonasmos de sentido que una mano más firme, menos condescendiente hubiese suprimido del guión.Es éste, además, el principal problema del filme, y ya es raro tratándose de un guión premiado en la pasada edición del festival de Venecia. Porque si hay algo manifiestamente mejorable en La teta... es justamente la estructura de una historia que sólo el capricho de quienes la firman -Bigas y su habitual colaboradora, Cuca Canals- puede pretender que resulte explicable. Es difícil justificar el por qué un relato. permanentemente centrado en Tete, cuya voz omnipresidente ejerce de hilo conductor del filme, se desarrolla ante el espectador prescindiendo olímpicamente de una apoyatura lógica en lo que la pantalla muestra -Tete siempre sabe mucho más de lo que debería, a tenor de lo que cámara muestra-.
Detalles oníricos
Esta confusión entre punto de vista de quien relata -Bigas / director- y quien ve -Tete / personaje al servicio del relato- daña a éste en su verosimilitud, y no basta con incluir algunos detalles oníricos y surreales para justificar cualquier desaguisado de los sentidos: nada hay más difícil que crear una lógica narrativa a partir de elementos tan peligrosamente intangibles como los que pueblan los territorios de los sueños. Con todo, La teta... sirve para recordarnos que todo pueblo que aspire a convertirse en adulto debe necesariamente tener a gala el sabe reirse de sí mismo. Y aunque el filme no fuese tan bello como es, ni los actores resultasen tan cercanos como resultan, sólo con eso bastaría para hacer de él un producto recomendable. Sobre todo para gentes con sentido del humor.
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