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El Congreso de EE UU rechaza una ley para limitar la acción de los 'lobbys'

Antonio Caño

Regalos, comidas, vacaciones pagadas... Ésa es una de las formas con la que los lobbys suelen ejercer-presión sobre los congresistas estadounidenses. El presidente Bill Clinton presentó una ley para acabar con lo que, un poco cínicamente, se suele llamar la forma de hacer política en Washington. El Congreso ha dicho no. En una nueva derrota en la agenda legislativa de la Casa Blanca, la oposición republicana impidió ayer la aprobación de una legislación que intenta delimitar la actuación de los grupos de presión, lo que se conoce en Estados Unidos como los lobbys.

La votación concluyó en la tarde de ayer con 52 senadores a favor y 48 en contra de la iniciativa presidencial. Hubieran sido necesarios 14 votos más para que la ley pasara. Normalmente basta con una mayoría de 50 escaños para la aprobación de una propuesta parlamentaria, pero cuando se trata de medidas que modifican las normas de actuación del Congreso son necesarios los dos tercios.La propuesta del presidente pasé la semana pasada el escollo de la Cámara de Representantes después de un duro debate, pero la presión de grupos conservadores y religiosos, que desataron una campana en la que mostraban la ley como un obstáculo para que los votantes pudieran actuar ante sus representantes, impidió finalmente su aprobación por el Senado.

Los senadores demócratas se han quejado de que el bloqueo a esta iniciativa no es más que una maniobra política para quitarle al presidente bazas de cara a las trascendentales elecciones legislativas del próximo 8 de noviembre.

Los lobbys son, en su concepción original, los instrumentos a través de los cuales los ciudadanos ejercen presión sobre sus representantes políticos. Están pensados para que la actividad de uno contrarreste la de otro, y de esta manera se defiendan los intereses de todos. Un Estado productor de madera, como Washington, por ejemplo, cuenta con uno o varios lobbys de la industria maderera y otro de los grupos ecologistas que se oponen a la tala de árboles. Ambos ejercen presión en defensa de sus posiciones.

Este planteamiento, sin embargo, se ha desvirtuado con el tiempo. Algunos lobbys han llegado a tener más poder que los propios congresistas, y han creado métodos de presión que, muchas veces, se confunden con la simple corrupción. Para la opinión pública resultan escandalosas las escenas de los congresistas disfrutando de una semana en la nieve por invitación de cualquier lobby que buscase sus votos en el Congreso. Con los años, eso ha hecho del Congreso la institución política más impopular del país.

Bill Clinton quiso acabar con eso. El año pasado, cuando la credibilidad del presidente era mucho mayor, el Senado pasó, con sólo dos votos en contra, una primera legislación para acabar con ciertos métodos de los lobbys. Hoy, con el presidente en sus horas más bajas, la oposición republicana ha impuesto su criterio. Esta es la cuarta iniciativa legislativa de importancia presentada por la Casa Blanca que sucumbe en las dos últimas semanas.

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