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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Giro en Haití

LA ACTITUD de las tropas norteamericanas que ocupan Haití ha cambiado bruscamente en los últimos días. De la pasividad de los primeros momentos han pasado a tomar medidas drásticas para desarmar y disolver a los grupos paramilitares creados por el general golpista Raoul Cédras, feroces enemigos del presidente legalmente elegido, Jean-Bertrand Aristide. Las tropas de EE UU entraron el lunes en el local del Frente para el Avance y el Progreso de Haití (FRAPH), cuyos miembros han sido culpables de numerosos atentados y asesinatos de personas de talante democrático. Fueron detenidos varios de estos terroristas oficiales y requisadas todas sus armas. El impacto de esta acción norteamericana ha sido enorme. Lo más significativo es que Michel François, el jefe de la temida policía, decidió huir a la vecina República Dominicana. Él fue, con Cédras, el organizador del golpe contra Aristide y responsable del terror que ha asolado a la isla en los últimos tres años.¿Estamos ante el inicio de una huida general de los jefes golpistas? Aún no se puede responder a esta pregunta. Otros responsables parecen elegir otra opción. Émilian Constant, jefe del FRAPH, se ha apresurado a declarar que renuncia a la lucha armada y se pone a disposición del presidente Aristide para actuar en un marco democrático. Otros jefes de los servicios de seguridad de Cédras ya han sido detenidos por las tropas norteamericanas. Asistimos a la descomposición evidente de algunos de los principales instrumentos de poder de la dictadura, sobre todo de su aparato represivo y terrorista.

Cédras, sin embargo, insiste en que no abandonará Haití. Y el Ejército no demuestra síntomas de descomposición similares a los de la policía. Parece que son, sobre todo, los responsables del sistema terrorista quienes se apresuran a tomar medidas para salvarse.

Pese al giro habido en la situación, persisten las dudas que la operación norteamericana ha suscitado desde el primer momento. Aristide ha anunciado solemnemente en la ONU que retornará a su país el 15 de octubre, la fecha fijada por Cédras y Carter para que el primero abandone el poder. Pero si Cédras no se marcha de Haití y el aparato militar -principal instrumento de su dictadura- se mantiene intacto gracias a su actual posición ambigua respecto a la operación de restauración democrática, es cuestionable que Aristide pueda restablecer un sistema democrático libre de su permanente tutela.

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Haití no tiene tradición democrática. En ese marco, y al margen de explosiones de entusiasmo pasajeras, no se puede descartar la posibilidad de que esta aventura militar desemboque en una seudodemocracia sometida a la doble hipoteca de un Ejército desafecto y una presencia norteamericana indefinida. De ser así, estos primeros éxitos fugaces podrían dar paso a posteriores frustraciones.

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