Vida en el sótano
José Antonio Fernández Ordóñez no afirmó que hubiera visto ratas de paseo por las salas, pero dijo que, dadas las circunstancias, era más que probable que las hubiera. Y el escenario en el que los repugnantes roedores pueden estar es el restaurante del museo. Situado en la planta sótano del palacio, este comedor no es sólo desagradable por la sensación claustrofóbica que produce a los clientes. En otros locales similares, asegura Fernández Ordóñez, los desperdicios son automáticamente congelados. Esta elemental medida de seguridad no se toma en el Prado. Los restos de alimentos se van amontonando en los cubos de basura hasta que son trasladados a la calle. El peligro de que ratas y ratones paseen tranquilamente entre las más importantes obras del arte antíguo es más que probable.
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