Los bares, cafeterías y restaurantes abrieron
El paro en la hostelería no perturbó la vida cotidiana de los ciudadanos madrileños
La primera jornada de huelga en el sector de la hostelería y la restauración, convocada por los sindicatos mayoritarios, CC OO y UGT, tuvo diferentes resultados, según fuera el escenario de la protesta laboral. Los hoteles de lujo, que alojan a los participantes en la Asamblea Conjunta del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, sí notaron el efecto del paro al no acudir a trabajar la mayoría de los camareros y cocineros. Tampoco en el aeropuerto se pudo tomar un bocadillo o un café a no ser que fuera de máquina y lo mismo en la estación de trenes de Chamartín.Pero en la calle, el ciudadano madrileño no se enteró de la protesta. Los bares, cafeterías y restaurantes abrieron sus puertas al público.
Según los sindicatos, el 80% de los trabajadores de hoteles secundaron el paro y el 50% en el caso del sector de restauración. La patronal de hoteles asegura que el seguimiento fue de un 10%.
Dos periodistas de El País Madrid recorrieron ayer la capital, para observar la repercusión de la huelga. Éste es el resultado:
Barajas. Todos los locales. (hamburgueserías, autoservicios, cafeterías y restaurantes) de las dos terminales de viajes tenían sus puertas bloqueadas con un cartel que explicaba en castellano el motivo del cierre. El paro colaboró a dar al aeropuerto un aspecto aún más movido del habitual ya que todos los viajeros en tránsito tenían que matar el tiempo por los pasillos de las instalaciones. "Tócate las narices, están de huelga", espetó una viajera con acento vasco cuando ella y su hija pequeñas vieron truncados el tentempié matutino por la huelga. Las máquinas automáticas de bocadillos, aperitivos, bebidas calientes y frías y agua no daban a basto y en la terminal de internacional congregaron auténticas multitudes a su alrededor. La huelga convirtió el día de ayer en uno de los más ajetreados en la tienda de delicatessen de la cadena Mallorca del aeropuerto.
Hotel Ritz. La mayoría de la plantilla del Ritz secundó la huelga. El lujoso hotel donde descansa "la flor y nata" de la cumbre económica, según explica Ana, la secretaria del director, tuvo listas las 158 habitaciones con sus camas hechas y todo. La selecta clientela almorzó una comida preparada y servida por los pocos empleados que acudieron a sus puestos. La dirección ya avisó de la huelga a ejecutivos y banqueros, que se mostraron "amabilísimos" y "muy comprensivos" con los empleados del Ritz. A media tarde, las secretarias de dirección servían cafés en el salón central. Algunas esposas de altos cargos financieros, impecablemete ataviadas, no permitieron que los empleados les llevasen las tazas a la mesa: se sirvieron como en un self-service, pero con tazas de porcelana y azucareros de plata.
Hotel Palace. El hotel contó ayer con todos sus servicios y la dirección aseguró que la huelga no fue secundada. En la sobremesa, los lujosos salones estaban atestados de contertulios y camareros.
Hotel Villa Magna. En este hotel de cinco estrellas, en donde el precio medio de una habitación es de 38.000 pesetas, la normalidad era aparente desde fuera. Pero una parte del personal del departamento de operaciones (camareros y camareras de piso), sin cuantificar por la empresa, secundó la huelga. María Keuper, relaciones públicas del Villa Magna (con una plantilla de algo más de 200 personas), explicaba ayer que el objetivo era dar el mínimo servicio de un negocio de esa categoría y reconoció: "Nos ha afectado como a todo el mundo". ¿Cómo se las apañaron? "Cambiando algunos menús y, en vez de darles seis platos, se pone un buffet que lleva menos personal". Y pidiendo ayuda a toda la plantilla, sobre todo administrativa, como secretarias, que en un momento de apuro tuvieron que hacer algunas camas. "Ya hemos tenido otras huelgas y hemos salido, forma parte de la dernocracia". La clientela, según ella, no se quejó. "La gente que está en el congreso sabe que hay una huelga y lo tienen en cuenta".
Hotel C. Intercontinental. Los trabajadores en huelga de este hotel vigilaron durante la mañana de ayer su cumplimiento desde la acera de enfrente. "Quitando unas 25 personas, el resto de la plantilla [250] hemos ido a la huelga", explicaba Jesús Martín, un joven delegado sindical. Martín añadió que en una de las visitas, el comité de huelga pudo comprobar que había "unos seis trabajadores para atender 300 habitaciones, con lo que podrán poner toallas limpias y estirar las sábanas de las camas de los clientes más importantes". En este hotel, según los trabajadores, un botones o un empleado de la limpieza gana 100.000 pesetas netas y un jefe de departamento (de cocína, de recepción o un maitre) 250.000 pesetas limpias.
Hostales y pensiones del Centro. El carácter familiar de este tipo de establecimientos anuló el poder de convocatoria sindical. Como todos los días, las caseras aguardaban, con la mesa puesta y el pucherito caliente a punto, la llegada de los inquilinos para el almuerzo. Las camas hechas y el olor a lejía de los cuartos de baño delataban que la huelga no había hecho mella en el sector. Restaurantes del viejo Madrid. Los restaurantes del Madrid de los Austrias estaban, en su mayoría, abiertos. Aunque algunos, como La Posada de la Villa, tomaron la precaución de abrir sólo una puerta "por si acaso" había visitas de los piquetes informativos. Muchos, como el propietario de Le Vieux de Bruxelles, se dieron un paseo por la zona, antes de abrir, para comprobar que la competencia funcionaba con normalidad. Y así era. Eran pocos los que a mediodía estaban cerrados, como La Pizzería de la Rosa, La Cava de Yllán, El Cuchi, y los restaurantes El Almendro y Almendro 13, en la calle del mismo nombre. Los bares de los soportales de la plaza Mayor funcionaron al cien por cien. Clásicos de la hostelería madrileña como Lhardy o Casa Lucio, con 40 y 30 empleados, respectivamente, no notaron la huelga, aunque Milagros, la en cargada de Lhardy, dejó la barra protectora a medio echar "por sí las moscas". Como todo transcurría con normalidad, a media mañana decidió dejar el suculento escaparate al descubierto.
Puerta del Sol. Allí se podía comer desde una napolitana en la pastelería La Mallorquina hasta una hamburguesa del establecimiento McDonald, que estaba abarrotado. La cafetería Hontanares funcionó con normalidad y Nebraska, tras la visita de un piquete informativo que espantó a la clientela, continuó la jornada como un día cualquiera. Sólo las pegatinas de CC OO y UGT aplastadas contra el cristal de sus puertas recordaban que el sector estaba en huelga. Las numerosas jamonerías de la zona servían con normalidad sus raciones y bocadillos de embutido, aunque quien prefirió un sandwich tampoco tuvo impedimento para tomarlo en Rodilla, servido por camareros.
Chamartín y Atocha. Otro de los objetivos sindicales fueron las estaciones de trenes de Madrid. En la de Chamartín no fue posible comer ni beber caliente a no ser que el viajero recurriera a las socorridas máquinas automáticas. Sin embargo, en la estación de Atocha el éxito fue mucho menor. Mientras la gran cafetería de la zona de trenes de cercanías permanecía cerrada, en la terminal del AVE los chiringuitos y bares estaban funcionando durante la tarde.
Cadenas de cafeterías. Las cafeterías Vips, Bob's, California, Wellcome o Nebraska abrieron sus puertas como el resto de bares y restaurantes pequeños y medianos de Madrid.
Gran Vía. En la Gran Vía y sus aledaños, la mañana comenzó con timidez, y algunos madrileños tuvieron que andar varias manzanas para encontrar un lugar donde desayunar. Sin embargo, a medida que iba despertando la ciudad, comenzaron a abrir sus puertas la mayoría de los locales, aunque sólo tras el recorrido de los piquetes informativos se volvió a la normalidad cotidiana. Los Pizza Hut, Wellcome, Burger King, Kentucky Fried Chicken y demás cadenas de comida rápida tampoco notaron la huelga. Sólo la cafetería-pastelería Pan de Ángel estaba cerrada a cal y canto al público, aunque se pudo ir, por ejemplo, a merendar a Manila.
Zona comercial de Goya. Normalidad absoluta en la calle de los grandes almacenes con la excepción de la cervecería Santa Bárbara (antigua Cruz Blanca), que cerró durante algunas horas de la tarde "por decisión del jefe", según los camareros.
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