Ejercito e incendios forestales
Es de todos sabido que una de las funciones del Ejército es la de preservar la integridad territorial del Estado.Pues bien, antes de las definiciones políticas, históricas o culturales de los términos nación, patria o Estado, está la base física que los sustenta: suelo, aire y vegetación. Y es el bosque el que recrea estos elementos. Su destrucción por los incendios implica ir hacia el desierto. Las consecuencias que se derivan de ello son trágicas. No hace falta extenderse en consideraciones ecológicas para comprenderlo.
Por ello, un deber básico del Ejército consistiría en defender esa integridad física del territorio amenazada por el fuego. Debería salir de los cuarteles para realizar labores de vigilancia, prevención o extinción de incendios. Tiene organización, personal y medios para conseguirlo. Se puede añadir que, ante esta labor, los objetores y los insumisos no creo que tuvieran muchos argumentos en contra. Actualmente supondría el servicio más rentable e inmediato que se puede hacer al conjunto del Estado. Considero que el Ejército es la única alternativa válida y efectiva, dados sus grandes medios e infraestructura. La experiencia de estos terribles días de fuego nos ha demostrado que, o bien por la descoordinación o la falta de medios y personas, la efectividad contra el fuego ha sido muy escasa.
Incluso no sería descabellado -dada la frecuencia y gravedad de los incendios en España- establecer en las épocas de riesgo un estado de excepción ecológico con prohibición de hacer fuego en el campo e incluso la prohibición de entrar en cualquier monte, como hacen en otros países (Francia, por ejemplo). Podría ser el cometido de diferentes patrullas militares.
A este respecto, las facilidades que el leona ha dado para acceder a los montes a través de caminos y pistas forestales y, sobre todo, la plantación de especies favorables al fuego es vergonzoso.
Cabe decir también que si esperamos de la conciencia ciudadana la conservación y no destrucción de la naturaleza, para cuando se generalice dicha conciencia viviremos en un desierto calcinado. Además, se está demostrando que el aumento de la vida urbana y las leyes del mercado son incompatibles con las leyes de la naturaleza.-
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