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FERIA DE OTOÑO

Las rebajas

Dos ganaderías/ Muñoz, MoraCuatro toros de Sepúlveda de Yeltes y 3º y 6º de Puerto de San Lorenzo, disparejos, con trapío, varios sospechosos de pitones, encastados.

Emilio Muñoz: pinchazo y bajonazo descarado (silencio); tres pinchazos bajos y se echa el toro (protestas); pinchazo lateral y dobla el toro (algunos

Juan Mora: estocada corta tendida (oreja con insignificante petición, protestada); pinchazo bajo y estocada corta trasera caída (oreja con protestas); cinco pinchazos bajos y bajonazo infamante (silencio); salió a hombros por la puerta grande.

Plaza de Las Ventas, 28 de septiembre. 2ª corrida de feria. Cerca del lleno.

JOAQUÍN VIDAL,

Juan Mora cortó dos orejas y salió a hombros por la puerta grande, esta es la verdad. Pero hay otra forma de decirlo, sin mentir en absoluto: Juan Mora se llevó las dos orejas y la gloria de la puerta grande casi de regalo, pues la plaza estaba de rebajas.

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Rechazados tres toros de la corrida de esta tarde

Rebajas en Las Ventas, menudo negocio. La propia corrida era un saldo: en cuanto al ganado, limpieza de corrales; en cuanto a toreros, dos en lugar de tres. Cuatro toros de una ganadería, el resto de otra, como si no hubiera por ahí una corrida completa; un mano a mano sin sentido, ya que la confrontación de ambos toreros y sus respectivos estilos a nadie le importaba un pito.

La llamada autoridad competente también parecía sacada del pelotón de los torpes. Y el mismo público era en su mayor parte de aluvión: el que ha conocido la fiesta viendo las retransmisiones televisadas de esa triunfalista componenda que montan con utreros mochos; los isidros, que únicamente van a los toros si es feria; compactos colectivos de japoneses que fotografían a la chita callando; unos cientos de aficionados que gritan "¡el pico!" ¡la distancia!", "¡la izquierda!", "¡el toro de cinco y el torero de veiticinco!", y sólo por eso el día menos pensado los van a echar de la plaza.

En el transcurso del festejo inaugural -martes, por más señas- un corpulento espectador del tendido 8 ya se quiso pegar con ellos, retó al tendido 7 entero -hasta se quitó la cazadora para aprestarse al combate-, y si finalente no se rompieron las hostilidades fue porque la confrontación resultaba problemática, a tanta distancia. Sin embargo, al día siguiente -ayer, sin ir más lejos- el mismo espectador se pasó al tendido 7 donde lo recibieron con muchas albricias, y ya no hubo nada. La fiesta suele ser así de surrealista.

El tendido 7 seguía con su tema -el pico, la distancia, la izquierda, el toro de cinco y el torero de veinticinco-, porque la afición de allí tiene sólidos principios, y no cejará en su empeño mientras los toreros continúen aliviando los pases con el pico, ahogando las embestidas, moliendo a derechazos unos toros de feble pata y romo pitón. Y de todo esto tuvo la corrida de las rebajas, por supuesto -de ahí las alegaciones de la afición-, aunque no en lo concerniente a los toros, que exhibieron trapío, casta y, además, nobleza.

Pero como si se operaban: los toreros no los aprovecharon para hacer el toreo que exigen los celosos custodios de los valores eternos de la fiesta. Juan Mora, sí, intervino activamente en la lidia durante los primeros tercios; interpretó gustosos lances a la verónica, si bien largando tela que era un primor; corrió la mano -y se colocó fuera-cacho, y metió el picazo abusivo, y descargó la suerte- en diversas tandas de derechazos, y no la corrió en la solitaria tanda de naturales que les dió a cada uno de sus dos primeros toros.

Para naturales, por cierto, los dos que cuajó Emilio Muñoz al quinto toro, entre un montón, distribuídos en tres tandas llenas de crispaciones, desajustes y destemplanzas. Curioso torero éste, que parece tener una permanente pendencia con el toro, con el público, hasta con el aire que respira, y al concluir la reyerta se le queda el toro sin torear. Los tres se le quedaron sin torear, qué pena. Curioso torero, pues en sus años mozos poseía una finura estilística fuera de lo común, y aquel par de naturales despaciosos cargando la suerte mientras acompasaba el viaje al ritmo de su cintura, eran vestigios del excelente torero que fue.

Es también el caso de Juan Mora, que irrumpió en la fiesta interpretando con arte el toreo en su versión más pura, y ahora le ha contaminado el furor pegapasista, cuyos fundamentos consisten en pegar derechazos embarcando al toro por la periferia y considerar el toreo al natural como cosa plebeya y abyecta.

Juan Mora siguió fielmente las pautas marcadas por los epígonos de este modernismo, el fenómeno Jesulín de Ubrique incluído, y al sexto toro le anuló la embestida agobiándolo junto al hocico, luego lo acuchilló por los bajos, a la jesuliniana manera. Nada que objetar, de cualquier forma: en las rebajas vale todo y la clientela se marchó la mar de satisfecha.

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