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Crítica:DANZA: CERTAMEN DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una nueva hornada discreta

El nivel de los premiados de este año se ha mantenido en una tónica de discreta corrección, y al final de la noche de anuncio de galardones no hubo patadas ni abucheo como en la edición anterior. La velada de laureados discurrió como una función normal de danza moderna, algo larga y con pocos saltos emocionales, corroborando que habrá, dentro de unos años, nuevos coreógrafos locales a los que referirse. Otra cosa es que este certamen está agotado como fórmula o que no guarde relación directa con el estado de la danza contemporánea española.La obra del brasileño afincado en Sevilla Fernando Lima es algo así como un fragmento de otra pieza más larga, pues no hay una buena estructura ni baile alentador, y sí un cierto lirismo doloroso y visceral, una poesía escatológica trufada de surrealismo que mueve a la risa: hay imaginación, pero más con la puesta en escena que con la danza.

VIII Certamen Coreográfico

W. C. Privado: Fernando Lima (Tercer premio); Dulce Viejo: Emilio Gutiérrez (Segundo premio); Para M: Mikel Aristegui / John Clark Stiefel (Primer premio); Escultores del tiempo: Bebeto Cidra / Xavier Maristany (Actuación especial). Sala Olimpia, Madrid. 25 de septiembre.

Emilio Gutiérrez (Barcelona, 1971) es un buen intérprete, además de demostrar sensibilidad y buen uso del sonido contemporáneo. El solo inicial con que abre su obra fue de lo mejor en toda la noche, y su personaje, una especie de Peer Gynt que sufre el desplazamiento del grupo, es capaz de tansmitir ternura y un cierto mensaje de amor.

El primer galardón fue para Mikel Aristegui (San Sebastián, 1968), que ha desarrollado su formación en la prestigiosa escuela de Essen, lo que se nota en la textura y ritmo del trabajo, un paso a dos convertido en trío por la participación del músico, esta vez como mimo. La pieza está bien construida, muy alemana en su tristeza ambiental y sus logradas escenas de fuerte significado sexual. En Aristegui hay madera de coreógrafo.

La noche la cerró el brasileño Bebeto Cidra con la ampliación de la pieza ganadora en 1993.

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