Insulsa despedida de Curro Vázquez
Gavira / Vázquez, Camino, ParejaToros de Antonio Gavira, desiguales de presencia, flojos, descastados.
Curro Vázquez: pinchazo, sartenazo, pinchazo, media, dos descabellos -aviso- y tres descabellos (silencio); media y cuatro descabellos (ovación de despedida). Rafael Camino: estocada (ovación); estocada (vuelta). Martín Pareja Obregón: cuatro pinchazos -aviso- estocada pescuecera y media (silencio); media (palmas).
Plaza de la Maestranza, 25 de septiembre. 2ª y última corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Cuando arrastrado el cuarto toro, el público sevillano dedicó una respetuosa ovación a Curro Vázquez, el torero, que estaba en el callejón, se asomó a la boca del burladero y agradeció el gesto con rapidez. Como la faena no había sido para tirar cohetes, es de suponer que el aplauso era el adiós de Sevilla a un maestro que no consiguió nunca consumar su relación con la Maestranza. Ni siquiera, el día de su despedida.
Lo cierto es que los artistas como Curro Vázquez se inspiran y son capaces de protagonizar obras sublimes y heróicas; pero eso no ocurre todos los días. A veces, son aburridos y medrosos. Y así se presentó este torero en su adiós a la afición sevillana. Sus dos toros no fueron de carril, sino descastados, pero ninguno de los dos vio torero, sino a un hombre torpe e inseguro que no aguantaba ni el vuelo de un mosquito. Sobre todo ocurrió en el primero, un animal que cabeceaba, al que Curro no quiso ni ver y ofreció un mítin indecoroso con el estoque. En el cuarto, que era parado y molesto, el diestro hizo un esfuerzo, pero sin exagerar. Consiguió algún natural, perdió la muleta y montó la espada como el que tiene prisa. Pobre bagaje para quien realizaba su último paseíllo en la Maestranza. Quizá, por eso, la ovación fue respetuosa pero no calurosa; quizá, por eso, el agradecimiento de Curro Vázquez fue tan frío cómo su toreo en Sevilla.
Algo más cálido que en ocasiones anteriores se mostró Rafael Camino, quien tampoco ha conseguido triunfar nunca en esta plaza. Ahora, al final de la temporada y en momentos bajos de su carrera, parece que quiere recuperar el tiempo perdido. Su primero era un inválido, enfermo o borracho, que se derrumbaba cuando oía que alguien lo llamaba. El quinto era un buey enorme de 669 kilos, sin movilidad ni fijeza, al que arrancó algunos muletazos en un ejercicio de voluntariosa porfía. Sus estocadas y su decisión, le valieron subir enteros ante la afición sevillana.
Y Pareja Obregón baja. Otra vez, como ya ocurriera en la Feria de Abril, le tocó un toro para jugársela y enderezar su carrera. Pero su valor es muy justo y en los momentos claves le falla el corazón. El sexto, noble pero astifino, le ofreció la oportunidad de un triunfo que el torero no recogió. El público le animaba para que dejara la muleta en la cara del animal, pero el torero se retiraba a coger aire. El problema es que, a partir de ahora, va a tener todo el tiempo del mundo para respirar. En el tercero, estuvo más decidido ante un toro parado que no le ayudó.
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