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LAS VENTAS

Un barrabás

Salió de tercer sobrero un barrabás y fue allí la guerra. Las fuerzas del bien contra las del mal. El coro celestial, representado por unos peones pundonorosos, las tinieblas del Averno por aquel novillo con trapío de toro que no quería ver caballos de picar ni de lejos, galopaba topón sin rumbo arrastrando su bronca mansedumbre, y si de paso arrollaba algún legionario arcangélico, miel sobre hojuelas. Arrolló al peón que lo lidiaba, Valentín Cuevas, partiéndole por gala la taleguilla en el terrible volteretón que le pegó. Sin embargo el valiente torero se levantó sin mirarse los desperfectos y volvió a la brega con el mismo denuedo, sin haber perdido para nada la torería y ni siquiera la color.Dirigía las operaciónes bélicas el capitán de la cuadrilla, Víctor Puerto. Y quizá era el capitán Araña, porque mandar, mandaba, pero acercarse al toro, ni por esas. Condenado a banderillas negras el barrabás, la batalla se recrudeció en el tercio de banderillas y aunque parecía imposible que nadie pudiese prenderle nada, Antonio Puchol le anduvo los pasos precisos con serenidad torera, le ganó la cara y dejó arriba los palos. Fue la sensación, desde luego; mas al sentir el toro la mordedura de los arpones, pegó tres brincos bestiales y se arrancó como una locomotora desbocada al otro banderillero, Valentín Arenas, con el propósito evidente de atraparlo y despedazarlo allí mismo. Y ya lo tenía al alcance, ya le iba a meter el pitón por todo el. fondillo, ya la plaza prorrumpía en un grito desgarrador, cuando el buen peón aceleró su desenfrenada carrera y pudo tomar de cabeza el olivo, sano y salvo. No había cronometadores para homologar la velocidad supersónica que alcanzó Arenas en el último tramo, y se les echó en falta, pues, habrían certificado que acababa de batir la marca mundial de poner pies en polvorosa.

Torrestrella / Núñez, Puerto, Rivera

Cinco novillos de Torrestrella (uno devuelto por inválido), bien presentados excepto los dos primeros; inválidos, pastueños. So tercer sobrero, de Ríogrande, con trapío de toro, manso pregonao, condenado a banderillas negras en sustitución de otros dos, de González Sánchez-Dalp y Julio de la Puerta, devueltos por inválidos. Rodolfo Núñez: pinchazo perdiendo la muleta y bajonazo (palmas y también pitos cuando saluda); estocada y cuatro descabellos (silencio). Víctor Puerto: estocada trasera (escasa petición, ovación y también protestas cuando saluda); metisaca bajo (ovación Y salida al tercio acompañado de la cuadrilla). Rivera Ordóñez, de Madrid, nuevo en esta plaza: pinchazo, bajonazo y rueda de peones (palmas); estocada trasera ladeada (palmas y saludos).Se guardó un minuto de silencio por él fallecimiento de Paco Parejo, que fue mayoral del coso. Plaza de Las Ventas, 25 de septiembre. Tres cuartos de entrada.

De nuevo se aprestó Puchol a banderillear, previa briega de Valentín Cuevas preñada de peligros, y el público le pedía a Víctor Puerto que cogiera el capote para echar una mano. Víctor Puerto hacía el ademán de pedirlo, sí, y el mozo de estoques de ofrecérselo; ahora bien, cogerlo -lo que se dice cogerlo- no lo cogió. Y seguía dando órdenes: "¡Coraceros de la reina, en posición por el lado del sol! ¡Gastadores del Rif, avancen por la sombra! ¡Lanceros bengalíes, zafarrancho de combate! ¡Adelante, mis muchachos!".

Gran ovación del público puesto en pie premió los pares de Puchol, medio de Arenas, la briega incansable de Cuevas. Y sonó el clarín. Y le correspondió a Víctor Puerto ejecutar personalmente las órdenes que había venido impartiendo. Nadie se lo exigió, no obstante, dado que el toro violento y pregonao se había resabiado aún más en el transcurso de la fragorosa lidia. De manera que bastante hizo Víctor Puerto con sortear sus brutales arreones y, en cuanto pudo, hendirle un metisaca por donde más valdrá no mirar, que lo fulminó en el acto. Respiró entonces tranquilo el diestro, la cuadrilla con él y con todos el público, que les dedicó una ovación de gala.La ovación de la tarde fue, parece mentira. Porque el resto de los novillos resultaron ser cinco bombocitos para gulusmearlos despacio y dejar relamiéndose a la afición. Pero que si quieres arroz... Los tres novilleros les dieron pases hasta el hartazgo, casi ninguno cruzaditos y cargando la suerte, según mandan los cánones.

Rodolfo Núñez aún tuvo el detalle de echarse pronto la muleta a la izquierda e instrumentar unos naturales de acabada reunión, en tanto sus compañeros prefirieron elaborar un espejismo de toreo a base de derechazos embarcando con el pico, pases de pecho y desplantes pintureros. Víctor Puerto entró a los quites y lanceó bien de capa. A Rivera Ordóñez, cuyo debú se esperaba con expectación, se le vió voluntarioso... Poco más. Ninguno de los tres consiguió dar ni una vuelta al ruedo, con aquel lujo de novillada, nobilisima, pastueñita e inválida. Llega a salir toda como el barrabás aquel, y hay que ir a buscarlos a Tenerife.

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