Posiciones irlandesas
EL RECIENTE acuerdo en Irlanda del Norte entre el nacionalismo republicano y el Gobierno británico, que comporta el cese de la violencia terrorista del IRA y la próxima aceptación por parte de Londres del Sinn Fein, brazo político del movimiento guerrillero, como interlocutor sobre el futuro de la provincia, permitía a unos y otros proclamar que habían obtenido sus objetivos. Los nacionalistas irlandeses podían afirmar que habían obligado a los británicos a negociar;. y Londres, que sus adversarios abandona ban la lucha armada como medio para resolver el conflicto. El Gobierno británico debe convencer ahora, a los unionistas de que no hay acuerdos secretos para una transferencia de soberanía a Dublín. Y los nacionalistas, a su feligresía católica, de que no se han rendido por agotamiento en el combate.Por eso, con vistas a un próximo comienzo de los contactos, a los que están invitados también los restantes partidos de Irlanda del Norte, las partes mueven sus peones tratando de dar la mejor imagen posible de sus posiciones respectivas. Londres baraja la idea de celebrar un referéndum para garantizar a la mayoría protestante que jamás serán entregados a los católicos del sur si sus votos así lo deciden. El líder del Sinn Fein, Gerry Adams, viaja a Estados Unidos con el propósito de que la influyente minoría irlandesa haga de caja de resonancia de su causa y presione a la Administración de Clinton para que facilite el progreso de las conversaciones con Londres.
Adams comienza una gira de 15 días por Estados Unidos. Ya en febrero una visita del líder republicano a Estados Unidos causó la mayor irritación en Londres. Hoy las cosas son diferentes, y el primer ministro británico, John Major, ha de admitir que su inminente interlocutor también puede serlo de Washington. Para que comiencen las negociaciones Major exige que el IRA añada que su alto el fuego, decretado unilateralmente hace 23 días, es permanente. Es difícil que lo logre. Los estatutos internos del IRA establecen que el Consejo Militar -organismocon el que ha negociado el Sinn Fein el alto el fuego- sólo puede decidir treguas por un periodo máximo de un año.
De otro lado, el proyecto de referéndum es una medida destinada a tranquilizar a los protestantes y abrir a la vez una 'perspectiva de futuro. Está claro cuál sería el resultado de esa consulta, repetición de la que ya tuvo lugar en 1973 y que entonces fue boicoteada por la minoría católica. Peter Robinson, segundo del partido unionista del reverendo Ian Paisley, ha mostrado su satisfacción ante lo que considera "una garantía" de que no habrá integración del Ulster en la República de Irlanda.
La reiteración por los republicanos de que el referéndum debería tener lugar en el conjunto de Irlanda sólo puede considerarse una afirmación de partida para la discusión. Es la integración o no del Ulster, dada su composición humana, lo que está en cuestión. El propio primer ministro deja República de Irlanda, Reynolds, ha proclamado que no sería democrática una integración sin consultar a la población concernida, es decir, la de Irlanda del Norte. Y de hecho, una de las condiciones aceptadas por la república para hacer posible el acuerdo de Downing Street fue el compromiso de retirar de su Constitución la proclamación de la unidad de la isla, al margen de la opinión de los habitantes del norte.
De lo que se trata es, por tanto, de Regar a una fórmula negociada que suscite la adhesión mayoritaria de los ciudadanos del Ulster. Nadie puede saber hoy cuál será esa fórmula, que es la que se sometería a referéndum al final del proceso; pero los acuerdos permiten ir forjándola en la convivencia. La apuesta es que, desaparecida la violencia, sea posible multiplicar las relaciones económicas y sociales entre las dos comunidades, y entre ambas y la república del sur, de manera que la eventual unificación no aparezca como una amenaza para nadie: tarea para una o dos generaciones.
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