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Se equivocó el cuervo, se equivocaba

Desde que una paloma se presentó en el arca de Noé con una rama de olivo en la boca y la especie se alzó con la representación de la paz, el amor y el Espíritu Santo, todas las ciudades, sometidas a una suerte de chantaje espiritual, mantienen a miles de ellas. Y ahora son a los palacios y a las estatuas lo que las moscas a la miel.Las aves sacando buche encima de la ropa tendida, revoloteando- por cientos en la plaza de la Prosperidad y en la plaza de San Marcos, en las postales de San Valentín arrullándose dentro de un corazón, en las pancartas por la paz, en medio de los estadios saliendo de un balón, en las obras de arte, en las rancheras, en Hiroshima, en los altares.

Es un pájaro indiscutible y aristocrático que ha sabido glorificarse en vida gracias a la fama alcanzada por su ilustre antepasado, cuyo máximo mérito fue hacerle un recado a Noé. El único que, amparado en su leyenda, ostenta una categoría social tan sólida que ha logrado abrirse paso en el proceso histórico-artístico del patrimonio cultural. Así, el arquitecto o el escultor proyectan su obra. Luego llegan los operarios a ejecutarla. El Ayuntamiento la cuida. Y las palomas se colocan encima y consiguen formar parte indisoluble del conjunto.

Se las ha llamado mensajeras de la paz, aunque han traído y llevado partes de guerra de una guarnición a otra, recados comerciales y anuncios diplomáticos. Y está por escribir qué le debe la historia a ese trasiego ornitológico.

Otros animales se han ganado la fama por méritos propios y han conseguido elevar su nombre a categoría de adjetivo, como es el caso del zorro, el lince, la tigresa, el buitre, la hormiga, el mono, el loro, el ganso. Y hasta el burro, que a lo tonto, ha conseguido la trascendencia de la especie a través de la cualidad que representa. Sin embargo, la fama de las palomas no tiene nada que ver con ellas mismas y se le adjudican cualidades -como la candidez- que no les corresponden en exclusiva. De forma que se puede decir a una persona que es cándida como una paloma, pero no que es cándida como una oveja. Aunque la verdad es que montarse una infraestructura de mensajería, introducirse en los circuitos artísticos, abrirse paso en las ciudades, hacerse cosmopolitas, elevarse a los altares" tener una imagen que para sí quisieran muchos políticos y encima pasar por cándidas, tiene mérito.

Y es que vale más llegar a tiempo que rondar cien años. Noé soltó un cuervo para ver si las aguas habían descendido, pero no volvió. Y ahí perdió el cuervo una oportunidad histórica para haberse convertido en leyenda. Si hubiera vuelto, Picasso habría pintado el cuervo de la paz, las ciudades estarían llenas de cuervos alternando con los niños en los toboganes y los turistas se harían fotos con cuervos en el hombro.

Habríamos descubierto su belleza en las postales a través de un vuelo en bandada al anochecer, sobre el Palacio de Correos; los enamorados, en lugar de arrullarse, se grazrlarían, y en el poema de Alberti, el que se hubiera equivocado habría sido el cuervo, no la paloma. En lugar de todo eso, los cuervos han sido tachados de traidores, cenizos, aguerones y sacamantecas, y están condenados a purgar su infortunio graznando en los vertederos, tal veíz rondando el de venir histórico en busca de una segunda oportunidad, tal vez pensando nunca más, nunca más.

María Antonia Landero es periodista.

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