Clinton decide invadir Haití contra la voluntad del Congreso y de la opinión pública de EE UU
Contra la voluntad del Congreso y de la opinión pública norteamericana, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, está listo para dar la orden de intervención militar en Haití, una vez agotadas todas las vías diplomáticas para conseguir el retorno de ese país a la democracia. Clinton debía explicar anoche (madrugada en España) a la nación por qué ha tomado esta arriesgada decisión y, probablemente, dar una última oportunidad a los militares haitianos para que abandonen voluntariamente el poder bajo la promesa de que no se les perseguirá. EE UU ha ofrecido un exilio dorado a la cúpula militar de Haití.
La suerte parece echada. Horas antes de su aparición ante las pantallas de televisión, Bill Clinton advirtió que "ya no hay oportunidad de ir más lejos con la actual política". "Ha llegado la hora de que [los militares haitianos] se vayan, de una forma o de otra. Me doy cuenta de que es impopular. Sé que el momento es impopular. Sé que toda esta operación es impopular. Pero creo que es lo que hay que hacer. Creo que cuando el pueblo norteamericano conozca los hechos, lo apoyarán", declaró Clinton, en vísperas de una decisión que puede marcar un momento decisivo de su presidencia. Encuestas recientes muestran que más del 70% de los ciudadanos norteamericanos se opone a una invasión que, según se comentaba ayer en Washington, es muy probable que comience el martes por la noche.Washington quiere, no obstante, agotar una última posibilidad de ofrecer al trío que detenta el poder en Haití, encabezado por el jefe del Ejército, general Raoul Cédras, un exilio dorado. Fuentes de la Administración han reconocido que si los tres militares aceptan salir del país, Estados Unidos les facilitará el transporte y les garantizará su seguridad, además del acceso a sus cuentas corrientes. Según versiones de la prensa, un emisario de la Casa Blanca, probablemente el propio embajador norteamericano en Puerto Príncipe, William Swing, ha recibido instrucciones de entregar personalmente a Cédras y a sus dos principales colaboradores, Michel François y Plillippe Biamby, un oferta final de solución pacífica.
Parece un intento condenado al fracaso. El periodista Dan Rather, de la cadena CBS, que conversó el miércoles en privado con el general Cédras, asegura que el hombre fuerte haitiano se encuentra tranquilo y resignado a morir antes que aceptar una salida indigna. Cédras prometió al periodista que la intervención norteamericana provocará una guerra civil y un baño de sangre en Haití.
Si las amenazas de Cédras se cumplen, Clinton, desde luego, dejará enterradas todas sus posibilidades de reelección en Haití, un país que los norteamericanos consideran "periférico a sus intereses", según han reconocido funcionarios de la Administración.
Haití se ha convertido, no obstante, en una prueba de la credibilidad de este Gobierno y los planes de invasión continúan de forma irreversible. Los dos portaaviones que transportan 4.000 soldados del Ejército y un centenar de helicópteros de combate se reunirán en las próximas horas con una docena de barcos situados ya frente a las costashaitianas. Entre éstos se encuentran dos unidades de desembarco con 1.800 marines a bordo. Un buque canadiense y dos argentinos forman parte actualmente de la flota internacional que cuida el mantenimiento del embargo a Haití, pero no tomarían parte en la invasión.
De Cuba a Haití
Para esa labor EE UU podría también hacer uso de las naves que hasta ahora han estado dedicadas a recoger a los balseros cubanos. En total, están ya listos para intervenir alrededor de 20.000 soldados norteamericanos, que serán los encargados de hacer frente a los focos de resistencia en Haití que pueda ofrecer las fuerzas de Cédras.
Además, el secretario de Defensa, William Perry, anunció ayer la movilización de 1.600 reservistas cuyo objetivo será apoyar el despliegue militar para la invasión de Haití y ocuparse de tareas de asistencia logística. Perry, no obstante, señaló: "Espero que no sea necesaria la invasión".
La Casa Blanca está preocupada también por los efectos que una invasión puede tener en el Congreso, donde se pueden ver perjudicados los esfuerzos de Clinton para sacar adelante una agenda legislativa que constituye el eje de su programa de Gobierno. En el Capitolio se ha observado en los últimos días una curiosa transformación de los viejos halcones partidarios fervientes de la intervención en inocentes palomas que intentan parar la invasión de Haití.
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