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Cientos de cubanos se congregan en La Habana para emigrar a EE UU

Centenares de cubanos se congregaron ayer en el Parque de los Lamentos, frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA), para iniciar los trámites legales para emigrar. Algunas personas habían dormido allí y otras acababan de llegar cuando, a las 9.30, un funcionario del SINA leyó un escueto comunicado en el que les pedía volver a sus casas y esperar noticias. Faltaban 24 horas para que venciese el plazo dado por las autoridades a los últimos balseros que quisiesen lanzarse al mar.

"No pasen trabajo por gusto, vuelvan a sus casas y esperen un próximo aviso de cómo debe hacerse la solicitud", dijo muy seco el funcionario, un poco asustado por el murmullo de la multitud. Nada más terminar de leer el comunicado, la gente comenzó a preguntarle por casos particulares, presos políticos, por si continuaba la tramitación de visados temporales. De las preguntas se pasó a la acción y cientos de personas se abalanzaron sobre él y le arrebataron las fotocopias del comunicado que llevaba en la mano.Desde el viernes por la noche, tras el anuncio de que Cuba y Estados Unidos habían suscrito un nuevo acuerdo migratorio que permitiría que como mínimo 20.000 personas emigrasen a EE UU cada año, decenas de cubanos se empezaron a reunir en el Parque de los Lamentos y frente a la Funeraria Rivero para anotarse en unas listas para ordenar la cola de futuros solicitantes. El lunes a las 10 de la mañana la lista era gigantesca y tenía ya 10.000 nombres.

"Caballeros, tranquilidad", decía un teniente coronel del Ministerio del Interior vestido de uniforme. "Esa lista no sirve de nada. Los acuerdos se han firmado el viernes y es imposible que en tan poco tiempo las autoridades norteamericanas puedan organizar nada. Tienen que irse a su casa y esperar", explicaba, dejando la voz en el intento. Un joven de unos 30 años se dirigió al oficial y le dijo: "¿Hasta cuándo, teniente?. Llevo dos años esperando respuesta a mi solicitud y todavía no he podido emigrar

Pero la ansiedad y la esperanza de poder salir finalmente de Cuba era demasiado grande como para hacer entrar a la gente en razones, y ni las explicaciones del teniente coronel ni del funcionario del SINA consiguieron calmar a la gente y que se fuese a su casa. A las 10 de la mañana, una pareja que acaba de poner su nombre en la lista, leía detenidamente el comunicado: "El acuerdo hará posible que puedan emigrar a los Estados Unidos muchos cubanos previamente considerados no elegibles para emigrar, y acelerará la salida de aquellos que actualmente aparecen en las listas de espera para entrar en Estados Unidos".

María Elena Fernández, de 39 años, técnica en computación, y su marido Rodolfo Schweyer, de 38, profesor de deportes, leían el papel con una luz de esperanza en los ojos: "Por favor, no contacte con el Departamento de Estado, el Servicio de Inmigración o la Sección de Intereses. La información sobre cómo hacer las solicitudes será ampliamente difundida en Cuba y Estados Unidos".

Rodolfo y María Elena tienen tíos y primos en EE UU que se fueron en 1968 y ya son ciudadanos norteamericanos. Ellos nunca habían hecho la solicitud para emigrar, pero con el nuevo acuerdo esperan conseguir que EE UU los declare "elegibles". "Pensamos que esta vez podremos salir", afirman, y declaran no tener miedo de que por pedir salir de Cuba los miren mal o los echen de su trabajo. "Me da lo mismo salir en televisión o donde sea. Ya he perdido el miedo y lo que quiero es irme de aquí", dice Rodolfo.

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A su lado suyo están Félix Cabrera y Odalis Breto. Su caso es distinto. Félix salió por Mariel en 1980 v a los cinco meses volvió clandestinamente a recoger a sus hijos, pero con tan mala suerte que fue detenido y condenado a tres años de cárcel. Cuando salió de prisión, fue al SINA y presentó los papeles para emigrar legalmente, pero su solicitud fue denegada por EE UU.

Mientras en el parque la gente hace una cola interminable e inútil -muchos de los que esperan son profesionales y gente de cierto nivel-, en Cojimar ya quedan muy pocas balsas junto a la playa. Algunos las han desmantelado, pero la mayoría de los que las tenían construidas se han lanzado al mar, pese a que las autoridades prohibieron que se trasladasen más balsas hacia la costa.

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