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La 'rentrée''

Los españoles no tenemos una palabra tan comprensiva como los franceses para referirnos al regreso a casa después de las vacaciones y, al mismo tiempo, a todo lo que uno se encontrará a la vuelta. Podíamos haberla españolizado en rantré,- como hicimos con otras palabras francesas que hoy suenan tan castizas como chapuza, que nos llegó de Francia, según Corominas, a fines del siglo XVII. En tal caso podríamos aludir, con una sola palabra, a la sitúación con que vamos a enfrenarnos al volver a nuestra ciudad para atacar el nuevo año.Los españoles venimos teniendo, no sé si es de ahora o de siempre, la sensación de que nos suspenden en junio al menos algunas asignaturas y que el sol de justicia que cae sobre estas tierras va a hacer el milagro de que podamos aprobar, sin repaso, las materias que nos quedaron para la convocatoria dE septiembre. Éste es, así, el mes más esperanzado del año. Volvemos con la impresión de que lo que dejamos mal, puede haber mejorado.

En los primeros días de septiembre, Madrid tiene todavía un aire veraniego. Veo aún abiertas algunas horchaterías en chiringuitos callejeros, una forma que esta capital de tierra adentro tiene de aspirar a servagamente valenciana. La ciudad no está tan atrafagada como lo estará dentro de unos días. Algunos de los veraneantes más inteligentes prefirieron pasar aquí la canícula aun a riesgo de quedar agostados, y tomarse en septiembre las vacaciones para burlar las estadísticas de los muertos en carretera y por el cálculo de que, de esta manera, se disfruta, no de uno sino de dos meses de descanso, ya que en agosto todo funciona a medio gas.

El verdadero septiembre no comienza hasta que la ciudad huele a naftalina, que es cuando salen de los armarios los trajes de entretiempo y las primeras rebecas. Entonces, sí; entonces, Madrid recupera su costumbrismo que ya no es de chotis en un ladrillo al son del piano mecánico y el barquillero anunciando su mercancía. Su costumbrismo está en que empiezan las conferencias, los debates, las mesas redondas, las ruedas de prensa, las presentaciones de libros. Madrid, capital callejera que sufre del mal de claustrofobia, es ciudad-escaparate donde todo pugna por mostrarse a la luz. Pocas ciudades habrá en el mundo que sean tan "plaza pública" como Madrid.

A ver si es verdad que con los soles del verano, algo mejoró aquí. Y, ¡buena rantré!

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