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Los profesionales del arte se debaten entre el elitismo y la necesidad de ventas

España, al contrario que Europa y Estados Unidos, no ha superado la crisis

En Estados Unidos y Europa los galeristas, han retomado la actividad que tenían antes de la guerra del Golfo. Pero en España la crisis sigue mientras los profesionales continúan buscando una autodefinición para su actividad: clubes privados donde se vende espiritualidad o tiendas en las que poder adquirir arte y prestigio social. La duda no ha sido despejada en el segundo encuentro internacional de galerías de arte, celebrado a lo largo de esta semana en Lanzarote, organizado por la Fundación Arco y clausurado anoche por la ministra de Cultura, Carmen Alborch.

La ministra de Cultura anunció la próxima terminación de un Libro Blanco sobre el sector de las galerías de arte y afirmó que el proyecto de ley de fundaciones, que pronto aprobará el Se nado, servirá para ayudar más al coleccionismo, a los artistas y a las galerías.El galerista norteamericano John Weber, de 62 años, propietario de la galería del mismo nombre en Nueva York desde 1971-, explicó a partir de su pro pia experiencia las grandes diferencias de las galerías de su país frente a las españolas. Weber aseguró, que tanto él como sus colegas han dejado ya de apretarse el cinturón económico, pero sobre todo el arte sigue es tando de moda en Nueva York. Como ejemplo, recordó que durante la exposición dedicada a Maplethorpe logró que un sábado 7.000 personas recorrieran su galería. Y recordó las palabras del anterior alcalde de Nueva York sobre las galerías: "Son la institución cultural más libre e importante de Nueva York". Weber aconsejó a los galeristas españoles que dejen de trabajar por una plástica española, por que eso no existe. Sugirio que busquen fórmulas para animar a visitantes y coleccionistas a en trar en sus espacios y pidió unión entre todos los profesionales.

Pero unión, precisamente, es una de las cosas que más se han echado en falta en estos encuentros. Si la presencia significa apoyo, en Lanzarote ha habido este año ausencias tan significativas, como la del presidente de la federación de galeristas, Juan Muga, profesionales como Soledad Lorenzo, Elvira González o Evelyn Botella" y la directora del Reina Sofía, María Corral.

En general, las mesas redondas han servido para repasar la educación y buscar definiciones de que la más sorprendente y generalizada haya sido la definición del oficio de galerista. Se ha dicho que son vendedores de felicidad, ajeinos a los fines económicos. Y rizando el rizo, Jochen Poetter, director de la Kunsthalle, de Baden-Baden, llegó a decir que las ferias de arte son un strip-tease degradante.

Martín Chirino, escultor y director del CAAM de Las Palmas, se preguntaba sorprendido por el interés de autoexculparse por vender mostrado por los galeristas y por su interés en hablar de moral. El galerista y director canario Carlos Pinto abundó en esta desvinculación de la reafidad señalando que, lo mismo que en los encuentros de carniceros no se suele hablar de cabras y, ovejas, en los de galenstas se ignoraba la palabra arte.

El sociólogo Alfonso Pérez Agote intentó dejar al margen la moral y la filosofia preguntando a los asistentes sobre las causas por las que el público pasa de largo frente a las puertas de una galería, con el temor semirreverencial de quien pasa ante la puerta de un club privado sólo para los muy ricos. Nadie encontró una respuesta acertada, aunque la sensación general era de que mejor esto que la invasión de las multitudes. Una de las excepciones a esta teoría fue la de la galerista Carmen Gamarra, que se pronunció por una combinación entre la pasión por el arte y la búsqueda de fórmulas para vender. Alguien recordó el talante de Leo Castelli, el galerista que tal vez más ha influido en la historia del arte contemporáneo. Cuando un millonario cliente quiso comprar una obra de Jasper Johnes le contestó: "No, no se la vendo. No está usted preparado para disfrutarla".

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